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A veces la mariposa azul pierde su rumbo. Solo a veces.

—No te mereces ser lastimada por mí. No más.

Lo miré repleta de perplejidad. ¿Qué carajos estaba diciendo? Debía ser una broma. Debía no, tenía que ser una broma.

—¿Qué dices...?

Liam miró hacia los costados del escenario, algo asustado y se acercó a mí cuello para susurrarme:

—Corre.

Me alejé de él unos centímetros, aún más confundida que antes, y por culpa de su estado nervioso yo también me puse alerta.

—¿Qué mierda está pasando, Liam?

—¡Dije que corras, joder! —Los aplausos de la gente silenciaron su grito.

Al ver mi confusión, solo tomó mis hombros y me empujó hacia un costado del escenario. Eso hizo que entremos en una especie de telón negro. Todo estaba muy oscuro, sin embargo, recuerdo que diferencié el torso de Liam por una pequeña grieta que tenía la tela del telón. Permitió que entrara un poquito de luz.

—¡¿Qué mierda está pasando?! —Me le acerqué, enfurecida.

Él se aprovechó de mis nervios para tapar mi boca con sus dos manotas enormes de un movimiento muy veloz.

—Primero, dije que te calles, ¿entiendes? Cállate, porque si no lo haces por las buenas tendré que ir por las malas y sinceramente ese rollo de malote no es parte de mi encanto por el momento —me gruñó, mirándome fijo, muy de cerca. Empecé a gritar miles de insultos hacia él pero, como claramente me tenía callada a la fuerza, nunca los pudo escuchar—. ¿Qué parte de callarte no entendiste?

Y le pegué una patada en los huevos.

Perdón, cosita mía.

Vi entre toda la oscuridad como Liam se retorcía del dolor soltando alguna que otra maldición hacia mi persona. Por mi parte, avancé hacia él decidida y lo tomé del cuello de su chaqueta de cuero.

—Ahora te toca a ti —le escupí—. Dime qué carajos está pasando o esto, y todas tus actitudes extrañas, no quedarán más solo entre nosotros dos.

Vi como él sonreía gracias a la poca iluminación que entraba.

—Te superas cada día más —masculló jugando con su piercing—. Pero créeme que romperme la polla no es la mejor opción.

Fruncí el ceño y apreté más mi agarre.

—¿Qué carajos pasa contigo?

Se acercó más a mi rostro.

—Deja de hacer eso —me susurró en el lóbulo de la oreja. Hice un intento de apretar su cuello pero él, con la mano que tenía libre, hizo un juego brusco para dejarme mal posicionada y tenerme encerrada entre sus dos brazos—. Buen intento —sonrió de lado—. Solo te advertiré una cosa, ¿si? —Intenté decir algo pero no pude. Seguía pasmada—. Cuando te pones rollo malota de dan ganas de arrodillarme —lo miré, confundida— y por si no lo suponías, yo no soy para nada religioso.

Hijo.

De.

Puta.

Me escabullí entre sus brazos y empecé a correr hacia... ¿Alguna parte? No lo sé, solo recuerdo que en el proceso de mi escape él me sujetó de mis brazos impidiendome correr. Me tuve que detener en seco.

Efecto Mariposa ©Where stories live. Discover now