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Unos meses atrás...

Fotografías

Siempre le tuve demasiada curiosidad a las fotografías, ¿cómo es posible captar momentos, recuerdos y anécdotas con una simple cámara?

Cada persona con la que tenía una pizca de cercanía lo sabía, sabía mi pequeña obsesión: no podía  (repito, no podía) salir sin una cámara; quizás es por el hecho de que me ocultaba a través de ella, o que mi lado social —casi inexistente— no quería salir a la luz y se basaba en analizar mis alrededores a base de las cosas que capturaba...

—Mirando el techo con cara de galleta aplastada no harás que la cámara vuelva a funcionar, Jade. —Él me lo repetía por décima vez en dos segundos.

Miré al morocho de reojo mientras le lanzaba un cojín que tenía cerca a la cara. Por suerte tenía buena puntería, casi lo dejé sin nariz. Luego me precipité a esquivar el cojín de regreso pero nunca llegó, por lo tanto, volví a incorporarme en la cama dejando mi cabeza caer hacia fuera.

—Gracias por esos adjetivos tan originales, Alex —volteé mis ojos y cogí la cámara para observar el daño con más precisión—. Y en cuanto a esto... nada que un poco de cinta no arregle.

—Nada que un poco de cinta no arregle —me imitó haciendo su voz mucho más aguda de lo normal—. Jade, arrojaste la maldita cámara por el balcón y ahora está hecha pedazos. No es un rompecabezas, cariño.

Ladeé mi cabeza para ubicar la bolsa de plástico en la que había guardado los trozos de la pobre chatarra que antes solía sacar fotografías. La localicé sobre mi escritorio y la miré con decepción. ¿Cómo pudo haberle causado tanto daño?

—Quiero agregar a tu discurso que no lo hice intencionalmente —suspiré—. Simplemente peleas con mi padre, ya sabes, quien tiene la razón... blablablá.

—Pues sí, cualquier persona con dos neuronas y una pelea familiar habitualmente decide destruir una cámara.

Sonrió de lado lanzando el cojín a mi lado.

—¿Alguna vez te he dicho que eres un poco pesado?

—Ignoraré la pregunta y me lo tomaré como una propuesta de matrimonio —bromeó quitándose una cadena que colgaba de su cuello—. Acepto.

—Hablo en serio, idiota —reproché—. Solo quería despejarme y sacarle una foto a esa mariposa tan...

—No, no y no —protesta Alex colocándome la cadena en mi cuello con cuidado—. Otra vez hablando de esa mariposa no, por favor, lo suplico. Mis oídos van a explotar.

—Solo diré que era especial. 

—¿Más especial que yo? —inquirió sonriente—, lo dudo.

—Lamentablemente nadie te supera —bromeé.

Inconscientemente mi visión se apartó al balcón. Mi mirada quedó plasmada allí por unos minutos, pensativa. Olía a barro mojado y el recuerdo de la mariposa azul aleteando regresaba constantemente a mi mente. Era única. Su aleteo era constante y lento al mismo tiempo.

Alex se dio cuenta automáticamente de que no era todo un simple capricho y comenzó a dejar el papel de tonto por un rato. Amaba cuando hacía eso, me hacía creer que su lado maduro existía por ratos.

—Oye, no estés mal, ya habrá tiempo de capturar otras cosas —se corrigió al instante—: bueno, en realidad quiero decir que mañana emprenderemos un gran viaje con ese motivo. Piénsalo: nuevas especies, animales en movimiento, y... ¡Los ciervos!

Efecto Mariposa ©Where stories live. Discover now