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*Escuchar la canción al finalizar el capítulo, y por favor, relean los contenidos sensibles del libro antes de leer*

Una lista un tanto loca, como él.

Liam llevaba persiguiéndome como un perro policía buscando el cuerpo de un  muerto desde que había salido de la ducha.

—No pienses que persiguiéndome como un puto animal cambiaré de opinión —dije sujetándome la toalla que tenía enroscada en el cuerpo con fuerza.

Él sonrió de punta a punta para luego analizar mis piernas desnudas y guiñarme un ojo.

—Quizás persiguiéndote no, pero...

—Pero nada, tampoco bastará con tu sonrisa compradora de siempre.

Soltó un quejido.

—Pues que mal.

—Sí, que mal.

Liam cruzó sus brazos y yo me limité a seguir avanzando hacia mi objetivo.

—Jade —me llamó. Asentí con mala gana en forma de respuesta—. ¿Por qué ítem quieres empezar?

Tomé con mas fuerza mi toalla y abrí mi boca, enfurecida:

—Por ninguno porque no lo haremos —le repetí por quinta vez en un minuto—. Y, por cierto, estás loco.

—No lo creo.

—Es verdad, no estás loco. —Liam me miró con algo de alivio—. ¡Estás muy loco! —rematé avanzando rápido hacia la mini cocina para, al menos, poder estar sola.

—Tampoco lo creo.

Me detuvo sujetándome los hombros.

Respiré hondo.

—Y ya deja de perseguirme, quiero cambiarme.

—Cámbiate, nadie te lo prohíbe —respondió con ironía.

Fruncí el ceño.

—Quiero cambiarme, en lo posible, sin... —tragué grueso—, sin tu maldita presencia.

Él volteó sus ojos.

—Que injusta que es la vida, joder —soltó luego de juntar sus manos como para rezar mirando al techo.

Y así fue como cerré de un portazo la entrada a la mini cocina.

Una vez allí dentro, comencé a vestirme con la ropa que me había apartado, acelerada. En ese pequeño trayecto de tiempo pensé en más cosas de las que debería pensar una persona normal habitualmente porque... bueno, era el primer momento que tenía a solas luego de enterarme que Liam, el chico que me confundía últimamente, iba a morir y que quizás yo también lo iba a hacer luego.

Entonces, pensé. Pensé mucho. Tanto que me comenzó a doler la cabeza. Pensé en que yo no quería morir, en que en el fondo no quería que Liam tampoco lo hiciera, en que extrañaba a mi padre, en que no había podido comunicarme con él ni hasta para decirle un último te quiero, en que básicamente estaba jodida; o mejor dicho: en que ambos lo estábamos, y en que...

Él y yo, yo y él, o como carajo sea, íbamos a estar unidos hasta la muerte, y literalmente.

Pero si eso era así... quizás Liam si tenía algo de razón. Debíamos aprovechar el tiempo que nos quedaba para hacer todas las locuras que se nos ocurrieran y..., de alguna forma u otra, morir conscientes de que lo hicimos todo, todo lo que teníamos a nuestro alcance, claro; aunque eso, conllevaba directamente al otro pensamiento que invadía mi mente y no me dejaba seguir con esa idea principal:

Efecto Mariposa ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora