15

41.6K 4.4K 10.9K
                                    

Confiar en ti. A veces es difícil hacerlo, amigo.

Sí, no solo Liam me había escuchando cantando si no que también me había grabado. El chico tinta con una grabadora de sonido era sumamente peligroso para mí. ¡Tenía evidencias de lo que había prometido nunca hacer! Y como si fuera poco me estaba observando mientras miraba su galería embobada.

Soy una estúpida.

—Tú no has escuchado nada —dije para asegurarme a mí misma.

—Créeme que lo justo y necesario —murmuró con orgullo.

Me acerqué hacia él como un felino por atrapar a su presa y de un segundo a otro se me pasaron todos los dolores que cargaba antes.

—Liam, dame la grabadora —le pedí de buena forma.

Él sonrió de lado y extendió su brazo para que no llegara a alcanzarla.

—Cosita acosadora.

—Solo dámela y terminaremos bien de una vez por todas —le expliqué, pasiva mientras seguía acercándome.

—Quedar bien contigo no es lo que me interesa, Jade.

—¿Y qué te interesa, entonces?

Jugó con el piercing de su labio.

—¿Tú qué crees que me interesa?

—Pues... no lo sé, solo dame la grabadora —pegué un salto para alcanzarla y él bajo mi brazo con una risa burlona—. ¡Ya basta, Liam! ¡Detén eso!

De un segundo a otro, sin darme cuenta, tenía sus dos enormes manos sobre mis hombros. Fruncí el ceño al verme indefensa ante él.

—No me hagas esa cara —me reprochó—. ¿Sabes? Creí que tu cara de culo era algo habitual en ti, y estaba en lo cierto pero joder, la de hoy es impresionante, de hecho me gusta más eh —Fue lo qué me respondió aún con ese tono sarcástico.

—Que te den.

Y seguí saltando por dos minutos hacia él para conseguir mi objetivo: sacarle la grabadora de sonido. Pero adivinen qué, no funcionó. Una vez que ya me rendí, di un paso hacia atrás y crucé mis brazos.

—Revisar mis cosas es lo peor que pudiste haber hecho —me explicó al final, serio.

Volteé los ojos.

—No me das miedo —le dije, segura.

Se acercó uno, dos, tres pasos hacia mí. Arrimó un poco su rostro al mío y mordiendo su labio, repleto de gracia, me dijo:

—Yo quizás no te lo de, pero lo que puedo hacer con esta grabadora si.

—No harás nada, solo me quieres asustar —agregué intentando de convencerme a mí misma.

Sonrió de lado mirándome fijo.

—Quiero que cantes —soltó de repente.

"Cantar y yo" eran dos palabras que nunca pude conectar desde su partida. Mi madre lo hacía, mi madre fue la que me llevó a mi primera clase de canto, mi madre ensayaba conmigo y me ayudaba a calentar. Mi madre era cantar, y yo no estaba preparada para ser ella. No estaba preparada para hacerlo.

—Estás loco —le susurré aún a centímetros de su cara modulando de más.

—Este loco quiere que le cantes —me respondió llevando sus manos a atrás de su nuca, escondiendo la grabadora.

Efecto Mariposa ©Where stories live. Discover now