EPILOGO

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El tiempo es legendario, toma las cosas y se las lleva, igual al viento que pasa por encima y debajo de nosotros abrigándonos hasta hacernos temblar, igual a las montañas desde las que se ve que el infinito es tu propia creación y el profundo del océano que de seguro tiene un final.

Hay finales que nadie llega a comprender, algunos terminan con el "vivieron felices para siempre" y otros con el "continuara...", depende de quien sea el autor, pero hasta donde puedo asumir, no es necesario tener un auto para vivir.

Creamos nuestra vida desde que llegamos al mundo entre llantos y respiros apresurados, desde que sentimos el viento implorar por invadirnos y el agua colándose entre nuestros deditos. Desde que alzamos la mirada y por primera vez podemos saber que era aquella mancha moviéndose de un lado a otro o por qué el color rojo nos atraía.

Avanzamos como hormigas, cavamos pozos y nos metemos dentro y al salir suplicamos por ese mundo inmerso en maravillas donde existen cientos de verdades de las que llegamos a temer porque hay guerras que nunca se detienen y paces que nunca consiguen tomarnos, pues estamos desprendidos de la bondad del mundo.

La bondad la creamos nosotros, la hacemos ir con el tiempo y la desenvolvemos como el obsequio que recibimos después de la media noche y detrás de esas emociones existe lo que se llama crecer.

Y descubre que crecer tiene sus fallas, porque un día tienes paz, te enamoras y empiezas a bailar y luego una tragedia te abruma el corazón gritándote que es hora de dejar de soñar. Prefieres dejar de mirar el horizonte donde las fantasías y sueños se hacen, donde se escapa tu ficción y te acorrala tu realidad.

Pero entonces la guerra cobra sentido, hay guerras, de cientos de miles de formas y te ríes porque cada quien lucha por lo suyo, cada quien toma lo suyo y tomas eso que crees que es lo mejor cuando tu también quieres dejar de vivir bajo el socorro de un grito, cuando quieres vivir sobre los ecos de un amor y una realidad pues el odio y la ficción nunca se vieron dentro de tu corazón.

Esta es mi vida ahora, una donde tengo dos hijos y al esposo que siempre soñé. Rio, porque aún no he podido superarlo, porque no puedo contener el llanto, porque no puedo dejar de mirarlos y evitar ser inmensamente feliz.

Recuerdo el día que Xerxes se apareció dejando de ser el eco de mi dolor, recuerdo el día que vi a Jania en mis brazos huyendo del terror y recuerdo todos y cada uno de los encuentros que he tenido con Xander, porque siempre ha resultado ser mi destino.

Nuestros hijos son maravillosos, ya han crecido y tienen los amigos que siempre quise que tuvieran, son felices del mismo modo y todo el tiempo están retando a su padre. Lo hacen feliz, lo hacen reír y correr de un lado a otro porque en el fondo aun creen que se ira de sus manos.

Hemos regresado a Ciudad Eléctrica, vendimos las mansiones y compramos una un poco más pequeña. La remodelamos por completo, trajimos los adornos de la mansión Knox y llenamos todo de fotografías que se mueven, ahora podemos revivir momentos con solo mirar un marco en alguna de las repisas de la sala.

La compañía sigue creciendo, todas las compañías siguen creciendo y ya no se ve a los padres, sino a los hijos con ideas más deslumbrantes, con el futuro en sus manos y enseñando lo que tienen a las próximas generaciones con las que se anda de la mano.

Fuimos a bodas, a hospitales a recibir a nuevos bebés, a nuevos terrenos donde se construyen más lugares como LEDA y esparcimos la tranquilidad y paz de hacer yoga.

Mi madre enseña en uno de los establecimientos, asiste con Scarlett y hay una gran fotografía de Axel colgada con su nombre y el letrerito diciendo "el mejor yoguista de todos", porque lo fue, hizo bien su trabajo y nunca nos traiciono. Años después, Xander me conto lo que realmente había sucedido.

Odio ficticioOnde histórias criam vida. Descubra agora