CAPÍTULO 16: Regresos

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Rev Hearst

La vida consta de un vaivén de idas y vueltas que se asemejan al viento como a las olas del mar. En algunos casos lo que vemos vuelve, lo que vivimos se siente una vez más quitándote o dándote el sentimiento más fuerte de lo que antes lo habías sentido. En otros, nunca más vuelves a saber de aquellas rondas, simplemente se olvidan.

Siempre he odiado eso, que todo gire, que el karma exista o que lo que sea que hacemos en este mundo se paga de vuelta. Me gusta que las cosas avancen, no me interesa ver sufrir a nadie o saber que pagaron por algo malo que sucedió.

Suena tonto, normalmente buscamos venganza, así como yo la buscaba en Xander, de alguna forma cuando muy en el fondo estaba brillantemente encantada de que hubiese vuelto.

Tal vez eso era lo que me aprisionaba, quería odiarlo, quería sentir todo el odio del mundo para echarlo de mi pecho, de mi cuerpo, de mi mente. Quería hacer miles de cosas y esa mañana en que lo vi sentado en la sala de juntas mientras exponía, no hubo el sentimiento que me gritara que huyera, al contario, quería que me tocara, que me abrazara, que me dijera que toda la mierda que habíamos pasado no era verdad.

Fue como despertar de una puta pesadilla que se convertía en un verdadero manicomio, porque con él no estaba sedada al deseo de anhelar a una persona hermosa de buena familia sino de ser suya. De que el fuera mío. Anhelaba lo nuestro, a su persona, no a su apellido, no su rostro o su cuerpo o su dinero, eso nunca me ha importado cuando se trata de él.

Y por un minuto en que nos odiábamos, quise sonreír y sentir que la vida recobrara sentido como una maraña de emociones de la que se me fue imposible escapar. Lo admití, no fui enteramente suya pero el sexo no significa entregarse a una persona completamente.

Quizás haya partes que van a seguir siendo mías, soy mía sin dudarlo y jamás dejaría que alguien diga que le pertenezco sin que yo lo permita. No es como funciono, no me gusta que sea de ese modo. Me gusta ser yo la que lo decide.

Reconozco la belleza imponente que tengo, soy la más hermosa de la ciudad, la bella chica que todos desean obtener, la mujer que las demás envidian y la que los hombres piden. Soy aquello que no muchos logran tocar, casi nadie en realidad.

Pero como nunca existe algo que no me ha dejado dormir estos días. Algo que me grita que debo estar tranquila una vez que los imbéciles que me arrebataron la felicidad hayan desaparecido con la certeza de que yo misma se quienes fueron. Algo existe y no es venganza, por primera vez estoy odiando a personas que desconozco e inspiro a dejar de hacerlo, solo que el dolor termina por fallarme.

Es hoy.

Debería estar en casa, son las seis de la mañana y el clima es una completa mierda, nunca he odiado tanto el invierno, o la nieve, o el frio o las flores. Nunca he odiado tantas cosas al mismo tiempo que tengo esos profundos deseos de querer destruirlo con mis propias manos.

Tengo el extravagante reflujo de ir corriendo y gritar, de golpear, de pedir algún tipo de solución sin dar proceso a un perdón porque en verdad, nadie se lo merece. Nunca nadie se lo va a merecer. Si fallan una vez, lo harán veinte más, al final aquel "cambio" serán solo ecos de repetidas discusiones en una habitación.

Por eso hay que cerciorarse de quien se elige para pasar el resto de tu vida a su lado, porque para nadie es un cuento pretender que sonríes, que amas a dicha persona, pero cuando vuelves a casa, los gritos, golpes, llanto, todo ello te acorrala recordándote lo mucho que te denigras por no querer sacar a la luz lo que muchos envidian.

Agacho la mirada sintiendo las gotas de llovizna en mis pies. Aún no ha nevado, supongo que empezara en diciembre o en enero. En la ciudad no suele nevar tan rápido, siempre hay un retraso, en los alrededores sí.

Odio ficticioWhere stories live. Discover now