❝Cualquiera sea el camino que elijas, yo te apoyaré siempre.❞
→ Kaede fue criada para ser un arma, un simple objeto con el que jugaban por mucho que rogase por su mísera vida. Sus pensamientos, sus lágrimas, incluso los latidos de su corazón habían...
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PREPARACIONES.
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Los alumnos de la Clase A notaron la ausencia de su compañera durante aquella semana de clases, y es que era prácticamente imposible no sentir que faltaba algo, y eso era la presencia tan carismática y agradable de la pelirroja. Kaede se había ausentado durante todos los días y tan solo se la podía ver por las mañanas y las tardes marcharse de los dormitorios, y llegar tarde por la noche para encerrarse en su habitación e ignorar todo lo que pasaba a su alrededor. Algunos de sus mejores amigos fueron a preguntarle directamente a Aizawa qué estaba ocurriendo con ella; y su profesor simplemente respondió que la Akaguro estaba visitando y encargándose de Eri con su permiso para salir de la academia.
Día tras día Kaede tenía el propósito de aliviar con el peso que cargaba sobre sus hombros la pequeña niña, porque no quería ver la expresión triste y decaída en el rostro de Eri. La menor no merecía por nada del mundo seguir sufriendo, y si debía usar su kosei en la peligris y tomar todas esas emociones negativas para ella, igual lo haría. Así fue que aquella mañana mientras sus amigos hablaban y hablaban sobre qué actividad deberían de preparar para el Festival Cultural, la ojinaranja entró de nuevo en el hospital donde la menor descansaba para visitarla.
Una expresión de sorpresa cruzó el rostro de la Akaguro al ver que Eri finalmente había despertado, pero la menor se encontraba asustada y trataba de alejarse de cualquier enfermero o doctor que se acercara a ella para checarla. Sin embargo una vez Kaede entró a la habitación, la pequeña se levantó de su cama al darse cuenta de que ella había llegado y corrió de inmediato hacia la mayor, aferrándose a su abrigo y tratando de tranquilizarse. La pelirroja notó una mueca triste formarse entre sus labios al verse reflejada en la niña, recordando claramente que su actitud era la misma cuando tenía su misma edad.
━K-kaede-san... tengo miedo...━murmuró la menor asustada, pero notó aquellos pensamientos tan perjudiciales irse poco a poco de su mente. Ella la alzó entre sus brazos y puso una mano en su frente, transmitiéndole un sentimiento de calma a Eri que no había sentido en tanto tiempo; y la menor se vio deslumbrada al ver la pequeña sonrisa que la mayor le dio.
