¿Por qué me profetizas una muerte terrible?

शुरू से प्रारंभ करें:
                                    

—Todo está bien, Di.

La diosa ni siquiera me miró antes de dejarse caer de nuevo sobre el sofá, donde empezó a llorar sin consuelo. Mel y Lizzy no dudaron en unirse a mí, de manera que las tres nos arrodillamos frente a ella para tratar de calmar sus ánimos, pero Diane lloraba sin consuelo aparente.

—¿Qué ha pasado? —pregunté a Lizzy en voz baja. La Amazona se limitó a observar cómo mis dos amigas se sumían en un abrazo sincero, pero no contestó—. ¿Lizzy?

—No puede oírte.

Un respingo me sacudió cuando alguien habló a mi espalda. Me volví en redondo sobre mí misma para encontrarme con Hermes, en quien no reparé hasta ese momento. El dios mensajero abandonó su posición junto a una de las estanterías que decoraban el salón, desde donde había decidido observar toda la escena en completo silencio.

—¿De qué estás hablando?

Hermes se humedeció los labios antes de afirmar:

—No estás en su plano astral, Sophie.

La forma en que pronunció tales palabras me hizo ponerme en pie a toda prisa. Una imagen algo desdibujada, que identifiqué como un recuerdo, pasó ante mis ojos. En ella aparecía yo en compañía de todos los que habían ostentado la labor de protegerme y evitar el estallido de la guerra. Sin embargo, la acción que se desarrollaba no era agradable.

Entonces recordé lo ocurrido.

Sin aguardar ni un solo segundo por una explicación que no conseguiría saciar mis dudas, me abalancé hacia el pasillo que conectaba con mi habitación. Apenas me separaban un par de metros del lugar, pero el recorrido se me tornó kilométrico. Cuando llegué al umbral de la puerta, la abrí de par en par, permitiéndome ver el motivo de tanto pesar.

Allí, sobre la cama había un cadáver.

Mi cadáver.

Completamente pasmada, me acerqué despacio hasta el cuerpo consumido por la enfermedad que reposaba sobre los almohadones blancos. La sangre manchaba las cuencas de mis ojos y los orificios de mi nariz, dejando regueros de sangre seca también por mis labios y orejas. La manera en la que los huesos parecían marcarse bajo la piel dejaba claro la virulencia de aquello que me había arrebatado la vida.

—Te contagiaste —explicó Hermes, que, al parecer, había decidido seguirme. Las voces continuaban oyéndose en el salón, aunque el contenido de la conversación me pasó por alto—. Creemos que el cristal con el que te hiciste los cortes del brazo estaba infectado.

No logré contener el impulso de tocar las cicatrices amoratadas que había impresas sobre la piel de mi brazo. Sentí la dureza de los huesos bajo el amasijo de piel en el que se había convertido el brazo del cadáver que había sobre la cama. Los moratones que dejó el agarre de Casandra debieron despertar mis sospechas acerca de un problema en el funcionamiento habitual de mis plaquetas, pero todo había ocurrido tan rápido que ni siquiera tuve tiempo de procesar lo ocurrido.

—¿Cuánto tiempo he estado enferma?

Hermes suspiró, colocándose junto a mí.

—Apenas un par de horas —respondió—. El virus es cada vez más fuerte.

Aparté la mirada, incapaz de seguir viendo en lo que me había convertido. En su lugar me fijé en la puerta que daba al pasillo, el espacio por el que se colaban las voces de los dioses que seguían en el salón.

—Aún no saben que me he ido, ¿verdad?

El dios negó con un gesto de cabeza.

—Lo descubrirán pronto —informó—. Y te aconsejo que no estés aquí cuando eso ocurra. He presenciado las despedidas suficientes como para saber que no es agradable.

É R I D E [PÓLEMOS #1] | TERMINADAजहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें