«¡Oh dioses! ¡Qué motivo de pesar tan grande le ha llegado a la tierra aquea!»

142 31 7
                                    

Homero. Ilíada. CANTO VII.


Un quejido lastimero abandonó mis labios cuando mi cuerpo cayó al suelo tras impactar contra una de las paredes del pasillo, a varios metros de distancia. Puntos negros salpicaron mi visión, impidiéndome ubicar el lugar exacto en el que Elijah se encontraba. La impresión dio lugar a un dolor indescriptible que parecía recorrer mi cuerpo como una lengua de fuego.

—Me niego a creer que un ser tan insignificante como tú haya desatado todo esto —habló con desprecio. Su voz ganaba nitidez a medida que se acercaba a mí—. Vosotros, los humanos, sois —dudó unos segundos—: despreciables.

Elijah avanzó con paso tranquilo hacia el lugar en el que yo seguía tirada. Llevé una mano a mi costado izquierdo, sosteniéndolo, y traté de arrastrarme hacia el pasillo como pude, alejándome de él todo lo posible. No recorrí ni dos palmos cuando aferró mi tobillo con fuerza, tirando de mi cuerpo hacia atrás. Lo que pretendía ser un grito desesperado, que quedó en poco más que un gorjeo afligido, abandonó mis labios, pero no opuse resistencia.

El rostro del hombre, ahora desfigurado por el desdén, apareció frente a mis ojos cuando me obligó a girar sobre mí misma y se agachó a mi lado. La desesperación era palpable en mi voz cuando susurré:

—Por... favor...

Mis súplicas tuvieron un efecto inmediato en él, pero, para mi desgracia, no fue el esperado. Una sonrisa sardónica y aterradora se dibujó en sus labios. Aquellos que yo había besado miles de veces y que ahora se burlaban de mi desgracia. Parpadeé varias veces, tratando de eliminar el embotamiento que parecía apropiarse de mi cuerpo a medida que pasaban los minutos.

—Mírate, Sophie, suplicando por tu vida —rio—. Eres patética.

Una tos sacudió mi cuerpo, obligándome a encorvarme sobre mi estómago. Líquido metálico irrumpió en mi boca y bañó mi lengua. Desesperada, me revolví como pude para evitar atragantarme con mi propia sangre. Elijah hizo una mueca de repugnancia al ver cómo el fluido escarlata manchó el suelo de madera a sus pies.

—Apolo —imploré en un susurro, rogando que el dios escuchase mi llamado—. Ayuda.

El rictus de Elijah pasó del asco a la furia en cuestión de segundos. Tan pronto como mis ruegos concluyeron, sus manos volvieron a cercar mi cuello, instándome a ponerme en pie. Los puntos negros que habían salpicado mi visión minutos atrás volvieron a hacer acto de presencia. Supe que no tardaría mucho más en perder el conocimiento.

—Me repugnas —siseó, acercando nuestros rostros—. No te haces una idea de lo arduo que ha sido vivir aquí, en este mundo lleno de decadencia y enfermedad; de personas como tú. —Me zarandeó con rabia cuando los ojos comenzaron a cerrárseme, evitando que cayese en la inconsciencia—. Puedo llegar a entender por qué mis sobrinos están empeñados en protegerte —sopesó, examinándome con detenimiento—. Esa fragilidad tan propia de los de tu especie consigue encandilar a cualquiera, pero yo sé la verdad. Sé la clase de calaña que sois.

—Elijah...

Mi cabeza golpeó con fuerza contra la pared que había a mi espalda cuando me empujó con rabia.

—¡Cállate! —bramó, enfurecido—. ¿Crees que tus súplicas van a tener algún efecto sobre mí? ¿De verdad piensas que le sirvieron de algo a tu querido hermano?

El pasmo opacó cualquier otro sentimiento, por intenso que fuera, cuando escuché aquella última pregunta. El corazón se me contrajo en el pecho cuando los recuerdos del funeral de mi hermano volvieron a mi mente a tropel, traídos por sus palabras maliciosas. La profunda aflicción que reflejaban los ojos de mi madre y la mirada vacía de mi padre me taladraron el alma. Aquella persona a quien le había abierto mi corazón; a la que había permitido acercarse a mí de una manera especial, era la misma que había matado a mi hermano. Sentí como la bilis ascendía por mi esófago al comprender que las manos que me habían acariciado infinidad de veces eran las mismas que me habían arrebatado a una de las personas más importantes de mi vida.

É R I D E [PÓLEMOS #1] | TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora