¡Loco, insensato! ¿Quieres perecer?

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»—Incluso contamos con la aparición estelar de nuestra querida Sophie...

—Es suficiente, Hera.

Atenea no dudó en enfrentar a su madrastra. La falsa cordialidad que había reinado en sus palabras murió con la mirada amenazante que le dedicó a la diosa de la sabiduría, pero esta retornó tan pronto como volvió a fijar su vista en mí.

—Tan agradable como siempre, ¿verdad?

Tragué con fuerza, deseosa de que su atención se desviase cuanto antes. Mis deseos se cumplieron cuando Ares decidió intervenir en la conversación.

—Estamos aquí, tal y como le pedisteis a Hermes que nos dijera. Ahora acabemos con esto. ¿Qué queréis?

—Falta uno de tus perritos falderos, ¿no? —inquirió Poseidón con tono burlón y la vista clavada en mí—. La que odia a Afrodita no está aquí.

Diane interceptó a Mel antes de que esta se abalanzase sobre el dios de los mares con la rabia como estandarte.

—No te atrevas a mencionar a Lisipe, miserable.

Poseidón ni siquiera se molestó en mostrarse arrepentido. Tampoco dio señales de haber escuchado el reclamo de mi amiga. Su vista estaba clavada en mí y así continuó cuando profirió su siguiente comentario viperino:

—Supongo que estará en cierta casa parisina, ¿o me equivoco? —Había ponzoña en sus intenciones—. Muy bonito el barrio de tus padres, por cierto.

Apolo averiguó mis intenciones antes, incluso, de que yo misma supiese cuáles eran. El dios sostuvo mi antebrazo con firmeza, impidiendo mi avance violento hacia el dios de los mares. La amenaza implícita en su comentario no pasó desapercibida por ninguno de los presentes, que se tensaron ante lo que aquello significaba. Poseidón conocía la residencia de mis padres; sabía dónde estaba mi hogar y podía acceder a él cuando quisiese, tal y como lo hizo con mi hermano. 

—No te atrevas a meter a mis padres en esto —siseé, consumida por la rabia.

Se encogió de hombros, fingiendo confusión.

—Solo quería saber si estaban bien —dijo. La justificación sonaba tan falsa que me daban ganas de golpearle—. ¿Qué hay de tu hermano? Ah, espera —sonrío—, si está muerto. Yo mismo acabé con su vida.

Aquello fue la gota que colmó el vaso de mi paciencia. Me deshice del agarre de Apolo con un movimiento brusco para poder acercarme a mi enemigo. Ares no dudó en seguirme para garantizar que nada se torciese.

—Pagarás por lo que has hecho —aseguré con rabia—. Aunque sea lo último que haga.

Poseidón me observó con desdén durante varios segundos antes de romper a reír. Sentí como los dientes me castañearon debido a la intensidad con la que apreté la mandíbula.

—Me das lástima, humana.

La rabia hacía que las puntas de los dedos me hormigueasen. El recuerdo de Adrien y la frustración que sentí al estar cara a cara de nuevo con su asesino motivaron mis siguientes acciones. Me acerqué a él, amenazante.

—Púdrete —concluí cuando estuve lo bastante cerca como para prácticamente sisear—. Tú eres el culpable de todo esto. Y pagarás por ello, Poseidón. Lo juro por la Estigia.

Aquella era la primera vez que pronunciaba aquel juramento en voz alta y desconocía si su efecto también podría condenar mi existencia al mayor de los sufrimientos si no cumplía mi promesa, pero no me importó. Agonizaría con gusto entre los fuegos del Inframundo a cambio de verle sufrir. Mi amenaza consiguió despertar en él una emoción con la que parecía estar poco familiarizado: incertidumbre. A pesar de ello, no se permitió doblegarse ante mí:

É R I D E [PÓLEMOS #1] | TERMINADAWhere stories live. Discover now