15. Los niños dicen la verdad, los adultos no.

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El sol apenas estaba saliendo cuando Rosita llegó con sus hermanos a la mansión

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El sol apenas estaba saliendo cuando Rosita llegó con sus hermanos a la mansión.

Como los niños solo habían visto lugares similares en la televisión, quedaron impresionados por la belleza y opulencia de la propiedad.

Deseaban explorarla y no dejarla atrás para ir a mirar vacas y caballos, pero habían echo una promesa a su hermana.

Así fue como Daniela, de catorce años, la mano derecha y cómplice de Rosita, una jovencita obsecionada con boybands coreanas y con Armando Del Valle, el niño más guapo de su salón tomó a sus hermanos de la mano y salió en busca de Roberto Talavera.

Julián, de diez años y Micaela, de cinco, caminaron con su hermana sin apartar la mirada de la hermosa mansión, hasta que visualizaron en un balcón, a una mujer de hermosa cabellera dorada que los observaba atentamente, tuvieron que apartar la mirada atemorizados.

Mientras atravesaban el jardín, la mayor les recordó el plan.

—Lo estamos haciendo por Rosita, asi que recuerden causar una buena impresión, comportarse de la mejor manera, fingir que son unos tiernos angelitos y parecer fascinados por el rancho ¿Sí?

—Siii—Respondieron los más pequeños, hastiados de que sus hermanas los molestaran durante tanto tiempo con el mismo tema, solo aceptaron el trato porque ellas prometieron regalos a cambio.

—Y no habrá premios para quienes no se comporten bien con el señor Talavera—Advirtió Daniela, esta vez captando la atención de los niños.

Luego de una larga caminata en la que atravesaron el jardín y dejaron atrás una hilera de establos, los niños encontraron una cabaña que coincidía con la descripción que les habían dado.

Se abrió la puerta y la idea de apegarse al plan no les pareció tan difícil cuando visualizaron a su guía, se trataba de un hombre muy grande, moreno y con toda la pinta de ranchero, resultaba intimidante.

Roberto Talavera ya se había preparado para ir a trabajar, pero en cuanto abrió la puerta de su casa y vio a tres niños que le devolvían la mirada con cierto temor, recordó que el patrón Leonardo le había asignado un trabajo diferente para hoy.

—¿Señor Talavera?—Daniela fue la primera en hablar, esperaba que la respuesta fuera negativa, que su hermana no estuviera interesada en este hombre con aspecto de haber roto varios craneos.

—Sí, soy Roberto Talavera—Tarde se dió cuenta de que había sonado muy brusco e intentó remediarlo, se arrodilló para ponerse a su altura y habló con una voz que según él era más suave—Ustedes deben ser Dahiana, Julieta y Mateo ¿Cierto?

Efectivamente logró sonar amigable, pero no tenía idea de que eso sería equivalente a abrir las puertas del infierno.

—No—Esta vez le respondió Julian, envalentonado ahora que podía verle la cara—Somos Daniela, Julian y Micaela—Corrigió.

Transmigrar a una TELENOVELA MEXICANA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora