Capítulo 22

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Dormir me ayudó a relajarme un poco, aun así, mi optimismo seguía sin aparecer. Continué siendo muy realista con el escenario. Una vez más revisé mi bandeja en busca de respuestas y cuando vi ese correo creí que las encontraría.

De: Cuenta desconocida
Para: Amanda Red

Considero que no es momento para lanzar un ataque contra Almendra. Tendremos que ser pacientes si es que deseamos tener éxito. Actualmente estas en peligro. Las miradas están sobre ti y eso nos afecta. Tendrás toda la información que necesitas, pero no ahora.

Más allá de lo que leí, sentí un gran alivio al saber que mi cómplice no se había esfumado. Además percibí algo de empatía de su parte y eso me brindó una pequeña dosis de confianza. Incluso, no tenía las fuerzas ni las ganas para luchar en ese momento. Antes de seguir quería sanar algunos de los golpes que había recibido.

De: Amanda Red
Para: Cuenta desconocida

Estoy de acuerdo, no es momento de atacar. Gracias por responder, pensé que ya no volvería a saber de ti. Habrá que ser muy listos con el siguiente golpe y espero que esta vez no se nos salga de las manos o por lo menos que no perjudique a las personas que tengo alrededor.

Solo quería paz y tranquilidad.
Necesitaba aclaras mis ideas y empezar a aceptar la situación. Comencé a recordar anécdotas que tuve con Siena y lo hice en voz alta para que mi bebé las escuchara. Deseaba que se identificara con mi alrededor, en especial con este que me hizo tan feliz.

—Amanda, ¿vas a bajar a desayunar? —me preguntó la madre de Siena.

—Sí, bajo en un segundo —me quedé observando una de las muñecas de
Siena.

Bajé y fui captando cada uno de los detalles del lugar. Siempre amé esta casa y nunca pensé que volvería a cruzar por sus pasillos. En el comedor se encontraba un televisor enorme. Mi madre nunca aprobó que viéramos televisión durante la comida y por eso me gustaba tanto ir a comer con Siena, sin embargo, por primera vez, me gustaría no ver nada de lo que estaban transmitiendo: un reportero se localizaba en el lugar donde dejamos nuestra camioneta; había sido incendiada.

—Yo considero que no es bueno que salgan es estos momentos —dijo la madre de Siena—. Al parecer las cosas están más graves de lo que pensábamos — se le veía preocupada.

—Sí, pero es difícil ver como destruyen nuestras cosas —dijo mi madre—. Además, nuestra casa se encuentra desprotegida, no puedo permitir que también la destruyan —se levantó de la silla.

—¿A dónde vas, mamá? —Le pregunté—. No estarás pesando en volver —me interpuse en su camino.

—Tengo que hacerlo —intentó evadirme.

—Yo voy contigo —le pedí.

—¡No, tú quédate aquí! —dijo exaltada—. Hazlo por tu bebé —trató de convencerme.

Esas palabras me hicieron reaccionar. Nunca había pensado en su seguridad y ya era tiempo de que las cosas cambiaran. Mi madre nunca dudó en protegerme, y ahora me tocaba hacerlo con la vida que se estaba formando dentro de mí. 

—Está bien, pero si necesitas algo no dudes en llamarme—la abracé.

Terminó de despedirse y se marchó. 
La madre de Siena intentó consolarme. Apagó el televisor, entendió que no era bueno seguir viéndolo. Es increíble como las cosas pueden cambiar su significado en tan solo un instante, algo que durante mucho tiempo me dio felicidad, hoy se convirtió en pieza clave para uno de los momentos más difíciles en mi vida. Me dolió ver la camioneta, pero dejar ir a mi madre me partió el corazón.

—¿Has pensado en cómo se va a llamar tu bebé? —me preguntó la madre de Siena.

—La verdad no he tenido tiempo para pensarlo —dije decepcionada.

—Nunca es tarde para hacerlo, ¿te gustaría que te ayude? —dijo emocionada.

—Creo que eso me ayudará a distraerme un poco—solté una ligera sonrisa.

Mencionó una gran cantidad de nombres, algunos muy extraños y otros muy simples; ninguno logró capar mi atención. Supuse que uno siente cuando es el correcto. Al final terminamos platicando de otras cosas. Me contó lo mucho que extrañaba a Siena y que el proceso estaba siendo muy complicado, nos pusimos nostálgicas y por momentos soltamos algunas lágrimas. Nos dimos un espacio y nos retiramos a nuestras habitaciones.

Amanda RedWhere stories live. Discover now