Capítulo 6

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Pasé horas en la banca de ese parque pensando cuál sería la solución a eso que sentía. Aún podía escuchar el crujir de mi corazón, era como si mi alma se estuviera quebrando, estaba en un trance profundo donde ya nada importaba. Dejé de percibir los fuertes rayos de la tormenta eléctrica de esa noche, mi celular tenía cientos de llamadas perdidas, la mayoría de Flavio y unas cuantas de mi madre. Ya pasaba de la media noche, pero a mí no me importaba, quería morir en ese momento. Estaba tan molesta con la vida que sólo eso quería.

Seguí pensando en diferentes métodos para quitarme la vida, canalicé mi odio en esas ideas perturbantes, mi mente estaba divagando. Me pregunté si tomar un sin número de pastillas sería la mejor opción, o tal vez, debería buscar un objeto punzo cortante para desgarrar mis venas y morir al ritmo de la lluvia. En esos momentos se escuchó un trueno tan fuerte que me sacó del trance y me trajo de nuevo a la realidad. “¡Pero qué pendejadas estás pensado, Amanda!”, me dije a mí misma. Comencé a ser un poco más consciente de mis pensamientos, o por lo menos la cordura había vuelto. Esos dos no merecían que yo muriera, no podía hacerles la vida tan fácil.

Al parecer estaba de vuelta, decidí marcharme a casa en esa noche fría y lluviosa. Al caminar se podía escuchar el ruido que emitían mis zapatos contra el agua, era un blanco fácil para cualquiera que quisiera hacerme daño… mis pasos se escuchaban a kilómetros.

Al fin llegué a mi casa, era un milagro que sana y salva, mi colonia no se caracterizaba por ser una de las más seguras.

—¡Hija! ¿Pero qué te ha pasado?, ¿ese chico te hizo algo? —me preguntó con una voz angustiosa mientras presionaba sus manos contra el pecho.

Realmente estaba preocupada, qué madre no lo estaría cuando su hija llega después de la media noche totalmente desconsolada. Los pensamientos negativos son lo primero que aparece, uno se imagina lo peor.

—¡Lo siento, mamá! ¡Lo siento! —exclamé con voz entre cortada. Me arrojé a sus brazos llorando como una niña pequeña.

—Pero, ¿qué pasa, hija? Por favor, dime.

—Tranquila, mamá, sólo no dejes de abrazarme, te prometo que todo está bien.

—¿Fue ese chico verdad? —insistió.

—No, él no hizo nada, no me sentía bien, sólo exploté y me quedé llorando en el parque, eran tantas cosas acumuladas que tenía. Sólo quiero ir a dormir.

—Supongo que no me vas a contar, ¿verdad? —me dijo decepcionada.

—No, mamá, hoy no, gracias por entenderme —me retiré a mi habitación.

Realmente no podía contarle lo que estaba sucediendo, todos sabemos cómo se ponen las madres cuando le hacen daño a sus hijos, ese instinto animal surge dentro de ellas y son capaces de todo. Lo que menos necesitaba en esos momentos eran más problemas, además conociéndola, mi madre se iría con todo sobre Mauro y Siena.

Estaba empapada y comenzaba a tem-
blar, eso ya no era parte de mi coraje, era mi cuerpo alertándome de una posible enfermedad, no podía permitirme eso… así que de inmediato me di un baño de agua caliente. Una enfermedad sería lo menos favorable, tenía que estar fuerte para lo que venía.

Después de ese baño tomé un par de aspirinas y rápidamente concilié el sueño, la mezcla de medicamentos junto con mis sentimientos hicieron que cayera como una piedra sobre mi cama.

Desperté de un largo sueño y había demasiada luz solar en mi habitación, eso era señal de que dormí más de la cuenta y lo comprobé mirando mi reloj. Eran las 12:26 de la tarde. Era muy extraño que yo despertara a esa hora, soy de las personas que la mayor parte del tiempo prefieren estar activas. Por suerte era sábado, no me afectaba en lo absoluto.

Amanda RedHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin