Capítulo 13

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Mi respiración era agitada, el sudor recorría gran parte de mi cuerpo. Mis labios estaban completamente secos, el colapso era más que evidente. Me levanté del sillón, la realidad comenzó a distorsionarse, los sonidos se fueron volviendo menos perceptibles.

—Siéntate, no quiero que te desmayes. 

—Gracias, mamá.

Ese fue el sueño más escalofriante de mi vida, no sabía en qué momento perdí la noción del tiempo y el espacio, lo último que recuerdo es que estaba descargando aplicaciones para mi nuevo celular.

Mi madre y Bruno se mostraban sumamente preocupados, sus rostros reflejaban una inquietud hasta cierto punto contagiosa.

—Tranquilos, estoy bien, solo tuve una pesadilla —traté de tranquilizarlos.

Les mentí con la intención de no generarles una angustia mayor, no imaginaba lo mal que me veía para ocasionarles esas miradas llenas de agobio.  No quería que mi cumpleaños se arruinara, aunque tal vez ya lo había conseguido. Estropear momentos especiales, formaba parte de mi pequeña lista de talentos. Aprendí a verlo como una virtud porque el simple hecho de aceptarlo ya era doloroso. Realmente se esforzaron porque fuera un día especial, así que no tenía problema con crear una atmósfera llena de felicidad.

—¿Y en qué nos quedamos? —lancé una sonrisa que estiraba por completo mi rostro.

—¿Esperas que creamos en esa sonrisa? —respondió mi madre.

Olvidé lo obvia que soy a la hora de querer engañarla, pero bueno, lo intenté.

De inmediato se sentó a mi lado y puso su mano en mi rodilla. También fue muy evidente con su acción comprensiva; sabía perfectamente lo que eso significaba.

—Bueno, creo que yo me retiro —expresó Bruno, después tomó su portafolio.

—Te acompaño a la puerta —le dijo mi madre.

Hasta Bruno entendió la referencia.

Solo tenía unos minutos para estructurar lo que le diría, si algo aprendí del pasado es que mi madre siempre me apoyaría. Decidí que no habría más secretos entre nosotras, pero tampoco quería que pensara que estaba loca.

—Ahora sí, dime qué sucede —retomó su última postura.

—Está bien —tomé aire y después la mire a los ojos—. Soñé que Siena venía a felicitarme.

—¿Y eso qué tiene de raro?

Justo en ese instante sonó el teléfono;
no esperábamos ninguna llamada. Mi sexto sentido se activó. Mi madre contestó y a los pocos segundos comenzó a llorar. Me levanté de inmediato, un frío comenzó a recorrerme y perdí el control.

—¡Qué pasa! —grité histérica.

Colgó y me abrazó con una fuerza desmedida. 

—Lo siento mucho, mi vida —continuó abrazándome.

—¿Qué sucede? —la aparté.

—Siena acaba de fallecer.

—Eso no puede ser posible —pasé mis manos por mi rostro.

Entré en un ataque de ansiedad. Me rehusé a creer lo que sucedía, la negación me abordaba constantemente. Me privé de la realidad, no quería que mi mejor amiga se fuera. Ella estuvo aquí conmigo, me felicitó, me pidió disculpas, nos arreglamos, en ningún momento se despidió de mí.
Finalmente, comencé a llorar de forma desmedida; mi cerebro logró captar la noticia a pesar de todos mis obstáculos físicos y mentales.

Amanda RedWhere stories live. Discover now