Capítulo 46

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Solo está ahí parado con el móvil en la oreja.

Los niños siguen viendo la pantalla, ajenos a lo que ha dicho Cristián. Me levanto de la cama dejando el tazón de helado en la mesita de noche.

Deja el móvil en la mesita a su lado y se sienta en la cama. Me poso frente a él, pero aunque sus ojos verdes están sobre mí, se que no ve. Su mirada está perdida.

No se cómo describir el destello de emociones en su mirada. Me duele verlo así, porque indiferentemente de esta situación o las circunstancias en la que ese bebé vendría hacer parte de nuestras vidas, es su hijo.

Cristián tiene una mirada similar a la que tenía aquella vez en el hospital cuando el doctor le digo que dentro de mí hubo una vida, no con la misma intensidad, pero en sus esmeraldas está reflejada la tristeza.

No lo juzgo por estar así. Es su hijo y lo siento, siento que ese bebé no haya podido vivir y no por Estephany si no por el, por Cristián, porque está experimentando ese dolor una segunda vez.

Me hago un lado cuando se levanta y sale de la habitación.

-Mis amores no vayan a saltar en la cama ¿Estamos?.

-Si mamá- dice Ángel con la vista en la pantalla.

-Si mamá- repite Chloe y yo sonrió.

-Ella no es tu mamá, es mi mamá- dice Ángel.

Salgo de la habitación. Al último lugar del departamento que voy es la biblioteca, pero tampoco está ahí, así que voy hacia el balcón y lo veo.

Está parado frente la baranda metálica del balcón. Tiene ambas manos aferradas el barandal. Los músculos de sus brazos se marcan por la fuerza que ejerce en sus manos que se encuentran pálidas.

Camino con pasos lentos hasta detenerme tras de el. Mis manos se deslizan por sus brazos tensos, de arriba abajo, poco a poco su piel se calienta bajo el tacto de mis palmas.

Pego mi pecho y mi mejilla derecha de su espalda. Paso mis brazos por debajo de los suyos dejando mis manos sobre sus pectorales.

Pasan minutos quizás desde que estoy pegada a el, pero ningún de los dos no dice nada.

Mis manos suben y bajan a medida de su respiración. Paso mi cabeza por debajo de sus brazos pegando mi espalda y trasero del vidrio debajo del barandal.

Lo veo por debajo de mis pestañas. Mis brazos se enrollan alrededor de su cintura. Sus manos frías descansan sobre mi espalda y su barbilla sobre mi cabeza.

-¿Estás bien?- pregunto.

-¿No estaba predestinado, verdad?.

Una sonrisa triste se cursa en mis labios.

-No amor, no lo estaba.

-Fui un mal padre para ese bebé.

-No digas eso Cristián. ¿Cómo vas a decir eso? Fuiste tú quien decidió hacer ese tratamiento para darle la oportunidad de vivir. Fuiste el mejor padre para ese bebé.

-Y aún así no suficiente.

-Amor, no te des tan duro. Fiorella te lo dijo, te dijo los riesgos de ese tratamiento, era un cincuenta cincuenta, así que no te culpes. Si no hubieses decido eso de igual manera ese bebé no iba a venir al mundo, no es tu culpa.

El me estruja contra su cuerpo.

-¿Sabes? Aunque no fue algo planeado ni mucho menos, no puedo evitar sentir tristeza, porque lo llegue a imaginar. Incluso, lo dije, dije que si tú decidas irte sería un feliz padre soltero de dos hermosos campeones- Habla con tristeza.

La Magnate RusaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora