35 - FRÍO Y CALOR

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Ella lo empujó contra el suelo y le retuvo los brazos por encima de la cabeza

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Ella lo empujó contra el suelo y le retuvo los brazos por encima de la cabeza. Esa posición dejó sus rostros demasiado cerca y las bocas no esperaron para besarse. Que Diadema estuviera cubierta con los restos de la batalla estaba lejos de incomodar al cazador. De hecho, deseaba más, quería que el lado más sucio saliera a flote.

Dentro del pantalón se manifestaron esas ganas, ella pudo comprobarlo cuando finalmente se sentó con las piernas a cada lado, el movimiento empezó despacio y algunos suspiros calientes se derramaron en la comisura de los besos. Jol liberó sus manos por la fuerza para tocar con pasión las curvas de su amada.

Trisha vio todo sin emitir opinión, no fue indiferencia, pero le dio mucho miedo abrir la boca y que el dolor se escapara, delatando así su desdicha amorosa. Los pasos no se oyeron, se acercó hasta quedar a poco centímetros de los rostros colorados de pasión. Solo al notar esos pies tan cerca ellos alzaron la vista, Diadema observó confundida y hasta un poco molesta por la interrupción. Sin embargo, al reconocer la lúgubre expresión de su amiga se calmó un poco, la rubia escondió las ventanas de su alma bajo la sombra del cabello.

—¿Trisha...?

La boca de la bruja eléctrica se contrajo en un temblor durante un segundo y tuvo muy claro que lloraría si contestaba. El contraste entre ambas fue cuantioso, mientras una ardía excitada, la otra cargó en su corazón un frío tan extremo que hasta el más cruel de los inviernos podría envidiar.

Resguarda su tristeza en ese silencio se agachó, los otros dos se movieron un poco creyendo que iba a tocarlos, pero los brazos los ignoraron y continuaron su camino para levantar al pequeño canario que yacía desmayado a pocos centímetros. Al enderezarse puso al animal contra su pecho, inexpresiva, y con media vuelta se alejó por el claro.

Frente a esa actitud errática las pupilas coloradas retornaron su color negro y aunque el deseo no disminuyó, decidieron separarse, no por pudor, solo comprendieron que para Trisha esa situación fue incomoda, pese a no entender las verdaderas razones.

—¿Cómo se encuentra? —preguntó Diadema corriendo hasta su amiga que andaba con el canario cubierto con sus palmas.

—...

—Si aún respira es una buena señal.

—Sí...

—Nunca me hablaste de tu herencia, ese ataque de rayos estuvo espectacular.

—Gracias...

—Oye... —la bruja roja se preocupó por las respuestas inexpresivas— Siento mucho lo de allá atrás, es que al probar la sangre mi cuerpo... no lo sé, pasan cosas...

—¡No te preocupes! —Trisha mostró una sonrisa, pero el cambio abrupto de actitud resultó extraño y hasta incómodo— No tienes que decir nada... —las sombras volvieron a cubrir los ojos— Soy yo la que está de más aquí...

UN SECRETO EN EL BOSQUEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora