46 - LA MALDICIÓN DEL POETA

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La poetisa extendió el papel hasta la bruja de sangre, sus dedos pudieron sentirlo antes que fuera retirado hacia atrás

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La poetisa extendió el papel hasta la bruja de sangre, sus dedos pudieron sentirlo antes que fuera retirado hacia atrás. Algo perturbó a la ciega, su nariz se arrugó para inhalar dos veces, un olor había llamado su atención. Olfateó con mayor ímpetu acercando el rostro. Su expresión soltó una mueca extraña y Diadema se puso muy nerviosa frente a la evidente sospecha.

—¡Muchas gracias! —exclamó al arrancarle la hoja de las manos para tomar un poco de distancia— Ya debo irme, la próxima me quedaré a escuchar tus historias —rápidamente encaró hacia la salida, pero la otra irrumpió ese escape con una pregunta.

—¿Te encuentras bien, Diadema?

—¿Yo? Estoy perfectamente —se volteó en medio de la respuesta y vio como Paris volvía acercarse con su agudo olfato.

—Es que... —aspiró cerca del cabello ondulado y luego comenzó a bajar por su hombro, rastreando el aroma que le incomodaba— Apestas a tristeza, niña...

—Te dije que he estado un poco desanimada —contestó al apretar el morral contra su pierna como si quisiera esconder a su conejo, aunque la otra no pudo ver ese gesto y fue completamente inútil. El rastro llevó la nariz hasta la cintura donde colgaba el saco y sin pedir permiso lo abrió. Los dedos alcanzaron la textura del pelaje e inmediatamente extrajo al animal—¡Es solo un conejo!

—¿Una mascota?

—...

—Nunca vi un conejo que apeste a melancolía de esta manera... —algunas letras que la orbitaban se estrellaron contra el brazo levantado, desapareciendo en la colisión.

Jol se sintió muy incómodo en esa situación, enseñó cuatro colmillos puntiagudos y mordió el dorso de la mano que lo aprisionaba. El gemido de esfuerzo que soltó en esa maniobra fue ínfimo y breve. Sin embargo, la audición de la bruja poetisa también es muy audaz y no se le escapó ese detalle, la voz del animal.

Debido al dolor de la fuerte mordida no le quedó más opción que soltarlo y el cazador dio pequeños saltitos para volver a los pies de su bruja, donde se resguardó. Diadema se puso muy nerviosa por lo ocurrido.

—¡Paris, lo siento mucho! —exclamó afligida.

Pero la otra no contestó, se limpió las pequeñas gotas rojas de su mano y volvió a acercarse sin reparos hasta el pequeño conejo que trató de ocultarse detrás del tobillo de Diadema. La poetisa tenía plena confianza en sus sentidos, consciente de que la percepción es el recurso de conocimiento más eficaz y por eso no dudaba del tipo de voz que escuchó.

La mujer mostró el interior de su boca al abrirla ampliamente para absorber y la sensación del muchacho fue como si le arrancaran las palabras de la garganta.

"Mi nombre es Jol"

No hubo ninguna voluntad de su parte para soltar ese comentario, simplemente salió, junto a unos símbolos lingüísticos que se unieron a los que ya flotaban alrededor de Paris. En realidad, extrajo el lenguaje que la criatura posee. Pudo comprobar que tenía razón, lo que escuchó no fue un gemido animal, los fonemas se utilizaron en una estructura que a ella no le costó identificar como humana.

UN SECRETO EN EL BOSQUEOn viuen les histories. Descobreix ara