60 - LOS QUE PACTAN CON LA MUERTE

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La gran montaña parecía hacerse más grande mientras se acercaba la lanza con sus dos pasajeros

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La gran montaña parecía hacerse más grande mientras se acercaba la lanza con sus dos pasajeros. La descomunal elevación se mostró inamovible, imponente, con sus pronunciados riscos salpicados con vegetación; los novios parecían una pequeña mosca a su lado.

—Aquí solo hay más rocas y árboles —reconoció Diadema.

—Una criatura tan grande debería verse a lo lejos ¿Verdad?

—Tal vez... —la bruja tragó saliva al reconocer que el pico de la montaña se hundía dentro de las nubes—. Tal vez deberíamos subir más...

—Vamos.

Atravesaron la acuarela del cielo como una flecha, volaron por encima de la cumbre helada con la vista atenta, aunque sólo encontraron escarcha y frío.

—No lo entiendo —dijo ella—. Si no se ve de lejos, ni tampoco de cerca, no sé dónde buscar.

—¿Y si solo se trata de una leyenda?

—No puede ser...

En el fondo ambos estaban emocionados por encontrar al mítico coloso. Tener que admitir que eso fue una emoción ilusa, se sintió algo vacío. Jol apoyó la frente en la espalda de Diadema para lanzar un quejido de decepción.

—¡Espera! ¡Mira! —gritó la bruja, pero rápidamente rectificó—. Ah, no. Solo es una piedra.

—¡Tortuga! ¡¿Estás ahí?! —gritó Jol, y su eco chocó contra el paisaje.

Reconociendo el fallo del plan decidieron aterrizar. El terreno tenía un aspecto rocoso sobre las manchas de verde. Caminaron de la mano sin tener realmente un rumbo, habían perdido el sentido de su búsqueda, ya no supieron qué buscar. ¿Una tortuga gigante?, ¿Una cueva?, ¿Una cabaña?

La tierra se negó a reconocer las huellas de Diadema, pero las de Jol indicaron la falta de dirección, caminando en círculos en algunas ocasiones.

—Creo que estamos perdidos —tuvo que reconocer luego de media hora de caminata.

—Me niego a creer que Paris nos haya mentido... —se lamentó ella al dejarse caer decepcionada.

—Que bueno, un descanso... —se alegró el cazador al sentarse junto a su bruja.

—¡Pero si hemos viajado sentados!

—¿Y todo este trayecto?

—Eres un caso perdido —suspiró Diadema al apoyar su cabeza en el hombro de su novio—. ¿Ahora dónde podremos encontrar una nigromante?

—Supongo que volver al pueblo no es una opción.

—Aunque no quisieran matarnos tampoco serviría de nada, en Refuggi no hay una sola hechicera que practique la nigromancia.

—¿Y eso por qué?

—Siempre fue una herencia poco común. Para empezar ellas ni siquiera pactan con el diablo, su magia proviene del contrato con la muerte. Por ese motivo siempre tuvieron dificultad para integrarse con las demás, al final las brujas que nacen con ese talento acaban por aislarse. Supongo que ese es el motivo de su escasez en el pueblo.

UN SECRETO EN EL BOSQUEWhere stories live. Discover now