41. Desde las sombras

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Es raro que decidieras no escribir mucho del viaje hasta Hebra, aunque supongo que es porque estuviste más en silencio que otra cosa. Recuerdo que mientras íbamos de camino, te veía con Apaya detrás de ti, sobre su caballo. Me era un poco extraño el verlos a los dos juntos luego de haber leído todo lo que habían hecho en la cama... Me sentía un poco mal, echada a un lado... pero aún así, me mantuve firme.

Mientras íbamos cabalgando por la Colina de Saffus, luego de cruzar el puente de Manhala, a la derecha veía esas hermosas vistas hacia los Picos Gemelos en la lejanía, incluso el Monte Lanayru se veía pequeño, y a la izquierda el Monte Satoly, justo como recordaba; y me sentía pequeña. Me quedaba pensando en nosotros, en todo lo que pasamos durante prisión, en si de verdad te habías acostumbrado a mí. Creo que es por eso que tu actitud distante me lastimaba. Quizá esperaba que fueras más cercano luego de eso. Distante aún cuando solo trataba de ayudarte a resolverlo todo.

Claro que era mentira, no iba solo porque me involucrara todo, o para cerciorarme de que no cambiaras nada; sino porque era la oportunidad perfecta para serte de utilidad. De acercarme un poco más a ti... Diablos... mejor borraré esto luego si me acuerdo.

Cuando llegó la hora de acampar al Parque Sanidin, una gran cantidad de recuerdos vinieron a mí. Ese lugar era hermoso; extenso, grandes columnas, una hermosa fuente, y con un gran mirador que me dejó ver el antiguo Castillo en todo su esplendor. Me le quedé viendo a la gran estatua del caballo en sus patas traseras en medio del parque. Dejé volar mi imaginación y te imaginé sobre el caballo, posando con tu espada con ese ocaso de fondo. Una imagen algo épica, aunque sabía que te negarías a tener una estatua así.

Extendí y armé mi tienda de campaña junto con las de Tamina y Teba. Te vi a ti y a Apaya, en cómo se metían juntos a su tienda sin miedo a lo que dirían los demás. Creo que así se ahorraban el tener que compartir una fogata conmigo, no lo sé... Al final solo compartí la cena con los Orni que nos acompañaban. Me sentí algo mal, pero entendí tus razones.

-¿Entonces haremos turnos? -le preguntaste a Teba en cierto momento.

-Mis hombres se encargarán de eso. -dijo Teba con confianza. -Ustedes duerman.

Tú le detuviste el ala a Teba rápidamente.

-Despiértame para mi turno. Ustedes también tienen que descansar.

Dicho eso, Teba tan solo te asintió y se fue. Vaya orden le diste. Incluso escondí mi sonrojo mientras comía frente a la fogata.

Cuando me metí en mi tienda, vi entre mis cosas a la Espada Maestra. La tomé y me le quedé viendo a su bella empuñadura y al brillo de su hoja. Saber que la espada podría ser más antigua que la propia Hyrule me daba algo de escalofríos. Pensar en ti usándola para eliminar el mal... me hizo quererla incluso más. Quería que fuera mía, pero ahora que estaba en mis manos... realmente no me sentía muy digna. La guardé, y lentamente comencé a desvestirme.

Me quité mis apretados pantalones y mi blusa, y me cambié mi ropa interior negra por una limpia de color blanca. De mi alforja, saqué tu túnica de campeón, la azul, que tenía bien resguardada en una bolsa hermética para que su olor no se fuera. Me la pegué en la cara y la olí profundamente, aún tenía tu esencia, y me sentí sumamente feliz, y honestamente un poco avergonzada. Despacio y con cuidado me la puse, me abracé a mí misma y luego me recosté para dormir.

Recuerdo de un Reino [#2] - Link x Apaya - TLOZ Breath Of The Wild +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora