Capítulo 1

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—Sabía que ese gilipollas no iba a aparecer.

Se cruzó de brazos en el sofá y entrecerró los ojos, mirándome, esperando un "cierto, tienes razón".

Obviamente, esa afirmación no llegó nunca.

—¿Qué? —Contraataqué yo, de pie algo inquieta —. Seguramente haya sido un desliz, nada más.

Suki soltó una risotada sarcástica y yo rodé los ojos, preparándome para el sermón que me esperaba, así que le robé el cubo de palomitas a Finn, que nos miraba perplejo, y la escuché como a esos documentales que te pones de fondo para poder echar una buena siesta.

Es decir; no la escuché.

—Un desliz, ya, claro. Un "desliz" no es que se te pase por segunda vez consecutiva el cumpleaños de tu novia. ¿O sí? —Fulminó con la mirada a Finn, que se atragantó con la palomita.

Le pegué una palmada en la espalda y me impacienté un poco. El caso es... que no estaba tan tranquila como aparentaba. Realmente, estaba bastante decepcionada.

Pero sabía que Blake tendría una cita importante o simplemente su jefe le habría alargado la jornada.

Trabajaba en el hospital más cercano a mi facultad, lo cual era un puntazo a nuestro favor sabiendo que los dos no teníamos demasiado tiempo durante el día para estar juntos.

Blake Cameron era ese enfermero que hacía que se te cayese la ropa interior en cuanto pisabas el hospital y te lo encontrabas.

Daba igual la urgencia que tuvieses, porque ver a semejante hombretón musculoso de metro ochenta y algo, tez morena y ojos verdes era la cura de cualquier mal.

Llevábamos saliendo algo así como dos años, siete meses, tres semanas y dos días. Y ese día, justamente, era mi cumpleaños.

El año anterior me quedé en el rellano de mi edificio esperándolo como una auténtica idiota, ya que nadie apareció.

Sí, lloré como una magdalena. Quizá... no fuese para tanto, pero es que lo que sentía por Blake era tan fuerte que ni siquiera sabría describirlo.

Cuando comenzamos a salir, yo empezaba la carrera de periodismo. Llegué completamente nueva a la ciudad, y digamos que fue un enorme cambio pasar de una punta del estado a otra, ya que básicamente no conocía a nadie, y a mí los cambios... bueno, no se me daban especialmente bien.

Hasta que encontré a una chica flacucha y totalmente gótica de pelo negro con flequillo algo mal cortado en mi misma facultad. Suki estudiaba derecho, algo que... la verdad es que no lo entendí para nada, ya que a simple vista no le pegaba para nada aquella carrera.

Era oscura, fría, y bastante sarcástica cuando la conocí. Después, vi que lo había interpretado al revés; no era fría, solo era desconfiada. Tampoco era sarcástica, sino que su humor era único, distinto. Y, de vuelta a lo de ser fría... solo... bueno, realmente era fría con todo el mundo. Con todos menos con Finn y conmigo.

Finn era mi mejor amigo desde el segundo día en la universidad. Bueno; claramente, era mi mejor amigo. Para mí. Yo para él era algo así como un parásito.

El profesor Walters nos asignó el mismo sitio en clase porque, sí, Finn también estudiaba periodismo. Y, a día de hoy, podía decir que seguía siendo mi mejor amigo. Y yo también la suya.

Conectamos muy rápido. Los dos éramos bastantes frikis, de estos que quedan los miércoles para ir al cine porque es el día del espectador y sale más barato que de normal y ven Harry Potter (por decimoquinta vez).

SIZIGIA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora