Si Caín siente miedo, sabe ocultarlo a la perfección. Pone las manos, con las palmas hacia arriba, a ambos lados de su cabeza y me mira expectante.

- ¿Por qué no me lo dijiste antes?

Ambas comisuras de su boca se tuercen hacia abajo, en un gesto fingido de desconocimiento.

- No preguntaste. – Destila ironía.

- ¿Tengo el cañón de un arma pegado a tu frente y tienes el coraje de bromear?

- No me dispararás.

Contraigo la expresión. ¿Está subestimándome? Claro que sería capaz de dispararle. ¿No?

Al no obtener respuesta de mi parte, sonríe.

- ¿Por qué no bajas el arma y usamos aquella pared? – Las manos de Caín abandonan su posición para dirigirse hacia mi cintura. – O podemos quedarnos aquí, en el suelo...

Cargo la pistola y lo callo poniendo el cañón en su boca. Sus ojos se ponen aún más oscuros.

- Manos arriba. – Aún las puedo sentir quemando mi piel sobre la ropa. - ¡Manos arriba, Hale!

Mi actitud lo toma de sorpresa. Intenta buscar algo que me exponga, debilidad en mis ojos o temblor en mis manos, pero no lo halla. No estoy jugando y lo sabe. Acata mi orden y regresa sus manos a la altura de la cabeza.

Me inclino sobre él, bajando mi rostro hacia el suyo.

- Un movimiento sospechoso y juro que te volaré los sesos. – Advierto mientras quito el cañón de su boca y lo poso sobre su frente nuevamente. - ¿Trabajas con él?

Niega.

Le empujo la cabeza contra el suelo usando el cañón.

- Vamos de nuevo. ¿Trabajas con él?

- No. – Su tono es amargo, venenoso y frío.

- ¿Sabías lo de la droga?

- No.

Sus monosílabos colman mi paciencia y aún más la forma en que los suelta, como si no le importase que jalara del gatillo.

- ¡No me mientas! ¡¿Lo sabías?! – La voz se me quiebra imperceptiblemente al final. Paso saliva.

- ¡No, maldición! ¡No lo sabía!

- Entonces, si no trabajas con él y no sabías lo de la coca, ¿Por qué no me lo dijiste? ¿Por qué ocultaste que es tu hermano?

Realmente quiero saber eso. Siento rechazo por la manera en que se dieron las cosas, pero más me duele saber que no confía en mí.

- ¡Responde! – Vibra bajo mi gruñido. - ¿Por qué me mentiste?

La última palabra parece causarle gracia, pues sonríe con ironía y desdén.

- ¿Realmente quieres hablar sobre mentiras? – Sisea. - ¿Quieres hablar de mentiras? Hablemos de mentiras.

Frunzo el ceño.

- ¿Qué te pasa?

- ¿Por qué mentiste sobre la mujer de la foto en tu cuarto? ¿Por qué dijiste que es tu madre cuando no lo es?

Siento como si me arrancasen una bandita que cubre una reciente lastimadura, sin cuidado ni remordimiento. Despego la pistola de su frente y él se inclina en mi dirección.

- Ella... ella es mi madre. – Me tiembla el labio inferior.

- ¿Por qué aquella mujer, a la que insistes llamar 'madre', la asesinó un escuadrón de la S.W.A.T?

Arder | Versión en españolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora