46

4.2K 151 49
                                    

Edén.

Entonces Judas Iscariote, uno de los doce, vino á los príncipes de los sacerdotes, para entregársele.

Marcos 14:10

°°

En la Biblia se decreta que Dios ha creado al hombre y la mujer a su imagen y semejanza, con el fin de unirlos en matrimonio eterno y sagrado, haciendo de sus carnes una sola carne. Hasta ayer yo pensaba lo mismo.

Más bien, desde hace un tiempo cuestiono todo lo que la religión me ha enseñado.

Desde que uno nace se lo hace creer que el único propósito que tiene en ese tal incierto futuro que nos depara es contraer matrimonio y dar a luz otra generación de niños que crecerán bajo ese dogma. La sociedad avanza en pensamientos, pero los estigmas sociales se mantienen como un tabú. Hay matrimonio igualitario, parejas del mismo sexo pueden adoptar, madres solteras dando a luz y criando, hombres que se quedan en casa y esposas que mantienen económicamente el hogar. En parámetros bíblicos, todo lo anterior sería una aberración y necesitaríamos la llegada de un nuevo Salvador. Como dije, muchas cosas han cambiado, pero no todas. Si una mujer comenta no querer tener hijos, es juzgada. Si una pareja convive, pero no está casada, es juzgada. Si un hombre se desliga del rol patriarca impuesto y le da voz a su pareja, es juzgado.

Nos crían para cometer los mismos errores de distinto modo. Nos crían para sentirnos insuficientes hasta dar con otra persona igual de rota que nosotros, creyendo que nuestros pedazos uniformes podrán complementarse. Nos crían para criar.

Anoche descubrí que el alma, corazón y cuerpo de una persona puede pertenecer a más de una. Como puede no pertenecerle a nadie. Mi cuerpo, mi alma y mi sangre arden por ellos. Sin embargo, no puedo negarles que mi corazón mantiene viva esa pequeña llama de esperanza que se formó cuando era apenas una niña. Ese sentimiento de calor que inunda tu pecho cuando piensas en conocer el amor de tu vida, fugarse juntos y vivir una historia al estilo de película.

Mi corazón, pobre iluso, quiere pertenecer a una sola persona.

¿Pero a quién? Pregunto.

¿Cómo? Me cuestiono.

¿Por qué? Me reniego.

¿Es que mi alma, corazón y cuerpo no pueden estar en sintonía una sola vez? ¿Por qué, me regaño, por qué si mi cuerpo se hace uno con el de ambos y nuestras almas bailan juntas cada que nos miramos, mi corazón no puede ser partido en dos y dado a cada uno?

¿Será que el corazón es sabio, evitando así la perdición y destrucción de mi persona?

¿O será que el corazón es ciego, como el amor, y no quiere ver cuán poderoso sería si se entregase a ambos?

Anoche, bajo la luz de la luna, pude entender que el cuerpo humano no está hecho para complementarse con una persona. La carne que abunda en nuestro ser, compone nuestra esencia y se muestra al mundo está minuciosamente pensada y creada para hacerse una con quien se funda a ella con la misma intensidad y vehemencia. La carne no ve color, sexo ni nacionalidad. La carne ve calor, deseo y frenesí.

Mi carne se funde con la de ambos, y no es pecado. Más bien motivo de celebración, pues mi cuerpo y alma han podido saber encajar, aun siendo detenidos por lo que dicta mi corazón.

Sin embargo, el sentimiento de que algo no va bien ha invadido mis emociones. Quiero creer que lo de anoche ha sido el comienzo de lo que será una era poderosa cual huracán, pero mi corazón no puede permitirse latir por dos almas tan oscuras como las de ellos. Pues, la era será cual huracán, no solo por lo poderosa, sino porque arrasará con todo y todos. Y los tres no podremos huir.

Arder | Versión en españolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora