Capítulo 30. Tierra de Nadie

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—¿Dónde nos encontramos? —preguntó Yvain.

—No lo sé —respondió Bastian, todavía un poco aturdido tras su paso por aquel portal.

—Qué lugar más extraño —susurró Ian para sus adentros.

El desvanecimiento de la puerta de cristal era ya una realidad. Como por arte de magia había desaparecido, dando paso a un largo corredor con altos y frondosos árboles de diferentes grandarias agolpados entre sí. Nunca habían contemplado nada igual. Aquella perspectiva ofrecida les recordaba a siniestros laberintos que aparecían en los cuentos antiguos. El ambiente era húmedo y el cielo estaba completamente gris y nublado. A pesar de haber avanzado una escasa distancia hacía pocos minutos, el paisaje había cambiado por completo en un paradójico instante. Ante sus ojos, y para sorpresa de todos, el bosque de Garsenda se había transformado para convertirse en un lugar totalmente diferente y opuesto. Seguía siendo verde, sí, pero un silencio sepulcral reinaba a lo ancho y alto de la llanura. Parecía como si todos los seres vivos que habitaban aquel lugar durmieran en pleno día y Bastian y sus compañeros fueran los únicos viandantes en muchas millas a su alrededor. El amplio corredor apenas dejaba espacios y se extendía bifurcándose en dos caminos bien diferenciados que se perdían en la infinidad.

—Y ahora, ¿qué hacemos? —Dijo Melowyn con indecisión—, ¿qué dirección debemos tomar?

Todos miraron a Bastian en busca de respuestas y posteriormente al saquito de piel que colgaba de su cinto. Bastian se acercó a los pies del árbol más próximo y recogió unas pocas ramitas secas caídas de aquellos adustos árboles. Alejándose unos metros del tronco, hizo un pequeño montículo con ellas y se puso ante él de rodillas.

—¡Flammula! —susurró no sin esfuerzo, y una pequeña llama flameó.

Extrajo la caja hexagonal y la abrió recordando todos y cada uno de los pasos que Amanieu le había enseñado y que había practicado tan poco en días anteriores. Desencajó el mapa perfectamente guardado y lo expuso a contraluz. Tras unos segundos de expectación, inspiró una gran bocanada de aire y frunció el ceño.

—¿Qué es lo que ocurre, hermanito? —le dijo Yvain a sabiendas de que algo no iba bien. Erestor, que estaba a punto de contestar con una de sus maleducadas réplicas, cerró la boca al instante bajo la atenta mirada del resto.

—Nada —dijo; soltando el aire reprimido en sus pulmones, se dio la vuelta y miró a sus compañeros, que le observaban expectantes. Al principio le tembló un poco la voz, luego continuó firme—. Según el mapa debemos tomar aquel camino —dijo con decisión—. No os separéis, yo iré el primero.

Todos asintieron.

Aunque no hubiera contemplado la idea hasta aquel momento, mentir era la mejor opción dadas las circunstancias. El mapa estaba en blanco, sólo la sombra de la llama se reflejaba en él. Decirles que el mapa no mostraba señal ni camino alguno no habría hecho más que empeorar las cosas. Bastian desconocía la causa de tal efecto, pero tenía que tomar una decisión rápida, y bien sabía que ésta incumbiría al resto a partir de ese momento. Se sentía mal por actuar de esa forma, pero habían llegado demasiado lejos y ya no podían volver atrás. Presentía que estaban muy cerca de lograr su objetivo. Viana, la Dama del Lago, así se lo había hecho saber. Se dijo a sí mismo que había llegado la hora de pensar de forma egoísta. Estaba dispuesto a asumir aquel riesgo. Después de todo, sus compañeros confiaban plenamente en él, y no quería darles ningún motivo que les creara dudas o fundar una idea confusa que les hiciera cambiar de opinión.

Marcharon en silencio durante una media hora hasta encontrar una nueva bifurcación en el camino. Esta vez no había dos caminos sino cuatro distintos. Todo se complicaba por momentos. Todos ellos se internaban en oscuras y tupidas sendas boscosas de hojas grandes y árboles centenarios. Bastian se asombró al contemplarlos. Todos los caminos eran pedregosos y casi inaccesibles dada la abundante maleza. Por un momento Bastian deseó no seguir mintiéndoles, repartir aquella carga y dejar que sus compañeros supieran la verdadera situación en la que se encontraban y a la que se enfrentaban. Pero nuevamente no lo permitió. Eligió un camino al azar y marcharon por él durante horas.

Los Tres Reinos. Averyn.Место, где живут истории. Откройте их для себя