Capítulo 14. Los Kalagar

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A la mañana siguiente, cuando Bastian se levantó, se vistió y bajó al salón para desayunar. Aparentemente estaba vacío, su padre había marchado temprano a trabajar y su madre debía de estar ordeñando a las cabras y las ovejas. Esa semana el trabajo era escaso en el campo, por lo que Garmon y él habían estimado oportuno que alternara las funciones de campo con las de buen pastor. Entró a la cocina y cogió la cantimplora y el pequeño fardo de comida que su madre le preparaba todos los días. Al girarse y levantar la cabeza se topó de bruces con la mirada furtiva de Yvain. Bastian, incomodado por cómo le miraba, pasó por su lado sin decirle nada, aunque sabía cuáles eran sus intenciones.

—¿Es que no piensas decirme adónde fuiste anoche?

—Buenos días, hermanita. ¿Qué tal?, ¿has dormido bien?

—No me vengas con ésas, Bas, si se enteran papá y mamá te meterás en un buen lío.

—Sólo salí a dar una vuelta, necesitaba respirar aire fresco, nada más —le contestó, se sentó en el banquillo y se sirvió un poco de leche de un cangilón que había sobre la mesa y cogió algunas galletas de un cuenco de madera.

—Me estas mintiendo, lo sé. Puedes contármelo, sabes, siempre me tratas como a una niña y ya no lo soy. Quizá podría ayudarte, aunque si no me lo quieres decir, allá tú —le dijo levantado el tono de voz, y se marchó enfadada a su habitación.

Bastian se quedó solo en la mesa. No quería que su hermana se enfadara con él, pero no podía contarle dónde había estado, y menos con quién. Había comentado con Melowyn y Meliot que, si tomaba la decisión de llevar la caja a casa de la anciana, lo haría solo y bajo el mayor sigilo posible. Si por alguna de las casualidades la gente se enteraba, sería la comidilla del día a día en el pueblo durante una larga temporada. Pero tenía que volver, esa mujer tenía que decirle todavía muchas cosas. Lo sabía por cómo lo miraba. Empezaba a creer en todas aquellas historias que le había contado, quería conocer más sobre los Kalagar y, sobre todo, tenía curiosidad por saber lo que ocultaba la pequeña caja hexagonal.

Cuando hubo terminado el desayuno cogió sus cosas, se colgó del cuello la cantimplora de cuero y se fue en busca de los animales.

La mañana fue soleada, el verano estaba cerca y las temperaturas cálidas hacían florecer hasta los más altos bejucos de la aldea. Por la tarde subió a lo alto del peñasco, se recostó sobre unas rocas y como otras veces dejó que su mente se llenara de color y armonía con el cantar de los pajarillos y la brisa fresca que recorría toda la superficie de la cadena montañosa. Tal como había hecho otras veces, cuando empezó a atardecer reemprendió el camino de vuelta a casa.

Llegando a los aledaños de la población se cruzó con su amigo Meliot, al que hacía días que no veía y al cual se alegró mucho de ver.

—¿Dónde te has metido estos días? Hemos estado reuniéndonos bajo el tejo milenario por las tardes. Melowyn preguntó por ti.

—He estado trabajando duro estos días —le dijo, y en parte tenía razón pues la dichosa caja le había mantenido muy ocupado en cuerpo y mente.

—Esos animales acabarán contigo. Por cierto, ¿qué hiciste finalmente con la caja extraviada de Albert?

—De eso quería hablarte —le contestó Bastian, que no sabía cómo abordar el tema—. Al final lo pensé y os hice caso.

—¿Has ido a ver a la anciana? —le preguntó entusiasmado—. ¿Y qué te dijo?, ¿le diste la caja? Me lo tienes que contar todo.

—Esta noche volveré a reunirme con ella, queremos abrir esa caja, Amanieu no está segura de que Albert la perdiera accidentalmente, no sé, dice algunas cosas muy raras.

Los Tres Reinos. Averyn.Where stories live. Discover now