Capítulo 29. La Puerta de Cristal

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Tras recoger el improvisado campamento, borraron sus huellas como hacían siempre y cabalgaron durante toda la jornada matutina. Tras detenerse, comer y descansar reemprendieron el viaje. Después de largas horas, Bastian se detuvo y miró al frente. El bosque de Garsenda se hallaba ante ellos. Pero algo seguía removiéndose en su fuero interno. Concentró toda su energía como le había enseñado Ama y dejó su mente vacía por unos instantes. Sólo estaban él y el aire. De pronto volvió a notar su presencia.

—Están mucho más cerca de lo que imaginaba —anunció en voz alta—. Nos darán alcance pronto si no lo evitamos.

De nada había servido la táctica de Bastian de atar con una cuerda rastros y ramas secas a la parte trasera de sus sillas y monturas para que éstas fueran borrando sus huellas a cada paso que daban. Sus perseguidores eran más listos de lo que se hubiera imaginado en un principio.

Meliot se volvió y el resto se detuvo.

—¿Quiénes son? —preguntó.

—No lo sé, pero tenemos que averiguarlo. Nos vienen siguiendo el paso desde que abandonamos Esvertía. No podemos dejar que lleguen más lejos, quizás estemos ya cerca de nuestro objetivo.

—Muy bien —dijo Meliot—. Entonces los esperaremos. ¿Alguna sugerencia?

—Nos situaremos bajo los primeros árboles —comenzó a dar órdenes Bastian—. Ian y Erestor: os subiréis a ellos y os posaréis sobre sus ramas. Desde los flancos tendréis una mejor perspectiva.

—Por fin un poco de diversión —decía entusiasmado Ian—. Estaba empezando a aburrirme tanto viaje.

—Yvain y Melowyn; aunque no me gusta la idea, sé que será lo más efectivo y práctico. —Bastian hizo un inciso—. Seréis el cebo de esta misión. Intentaréis llamar su atención. Toumas, tú vendrás conmigo y con Meliot. Nos situaremos tras los troncos de los árboles adyacentes. Al primer movimiento sospechoso, atacaremos sin más, ¿entendido?

Todos asintieron.

Apenas había transcurrido media hora cuando dos jinetes asomaron como dos puntos negros sobre la llanura. Melowyn e Yvain se encontraban perfectamente visibles bajo un claro rodeado de árboles. Los dos jinetes, lejos de variar su trayectoria, acentuaron la marcha y se dirigieron directamente hacia ellas. Iban armados, cosa que aún preocupó más a Bastian. En estado de alerta, los muchachos observaron su acercamiento y sus movimientos hasta que al fin se detuvieron a escasos metros.

—¿Qué hacen dos preciosidades vagando solas por estos parajes deshabitados y tan lejanos? —habló uno de ellos.

—Eso no es de su incumbencia —le reprochó Yvain elegantemente mientras simulaban dar un dulce paseo. El hombre sonrió sarcásticamente.

—No se acerque un paso más —avisó Melowyn al ver que uno de ellos desmontaba de su cabalgadura.

El hombre hizo caso omiso de su amenaza y siguió avanzando en pos de ellas. Entonces Melowyn, con un movimiento rápido, desenfundó su arco, colocó una flecha en la cuerda y tensándola apuntó a la cabeza de aquel individuo. Yvain se había agazapado tras ella.

—Pero qué tenemos aquí, una mujer con agallas —dijo el hombre con sorna, y siguió avanzando más lentamente—, no hay cosa que me excite más —susurró.

Melowyn lo apuntaba con su mano temblorosa. Cuando estuvo lo suficientemente cerca dudó de sus actos y, sin darle tiempo a reaccionar, el hombre rechazó el arco de un manotazo y la flecha salió disparada sin rumbo. De repente, Yvain salió de debajo del entresijo de piernas y le clavó su pequeña daga en el pie derecho. El hombre soltó un gran alarido y, mientras intentaba hallar la causa de su dolor, Erestor lanzó un dardo somnífero desde su posición y se lo clavó en el cuello. Un segundo después el hombre caía fulminado al suelo. Su compañero, ante tal reacción, tiró de las riendas de su caballo intentando retroceder y escapar, pero el semental asustado y desbocado lo derribó. Antes de que pudiera reaccionar, Ian le lanzó una esfera mágica que lo petrificó al instante. Bastian y Meliot cogieron los dos cuerpos inertes rápidamente y los condujeron hacia el árbol más próximo mientras Toumas escudriñaba entre las alforjas en busca de una cuerda. Cuando hubieron logrado recluirlos, se felicitaron por la buena labor realizada, nadie había resultado herido y, lo mejor de todo, habían logrado su cometido.

Los Tres Reinos. Averyn.Where stories live. Discover now