Capítulo 7. La Posada del Viejo Äriston

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Finalmente, y tras pasar el largo y tardío otoño, el invierno había llegado a la aldea de Gualhardet. Todo estaba escarchado y helado; piedras, tejados, árboles e incluso sendas y caminos. El día tan esperado por Bastian por fin había llegado. El Gran Torneo se hallaba a dos días vista y Meliot, impaciente, esperaba ya a su amigo a la hora y lugar fijados, tal como habían acordado días antes. La casa de Bastian se hallaba cubierta por una débil capa de nieve que la hacía parecer diferente, y su chimenea arrojaba un espeso humo blanco, sinónimo de un buen ambiente caldeado en su interior. El día era gris, pero no por ello iban a dejar escapar la nueva oportunidad que el destino les había brindado. Por fin volverían a ver a Daeron, tenían tantas ganas de verlo que sus rostros rebosaban alegría por todas partes. Estaban empezando a caer unos pocos copos de nieve cuando Meliot se apeó de su robusto caballo, llamado Imperial, y fue a refugiarse bajo el viejo pórtico abrigado de madera y paja.

—¡Apresúrate, Yvain, Meliot nos está esperando fuera!

—Ya casi estoy —se quejaba su hermana desde la habitación del plantel superior—. Ve sacando a Zefiro del establo —le ordenó.

Esmenota se hallaba a día y medio de la población de Gualhardet, por lo que les esperaba un largo camino si querían llegar a tiempo. En los días próximos al torneo, Bastian había discutido en varias ocasiones con sus padres. Finalmente habían llegado a un acuerdo: Garmon y Melianda no les acompañarían. Aunque Bastian sabía que sus padres ansiaban ver a su hijo con todo su corazón, por más que quiso, no pudo impedir su negativa ni hacerles cambiar de opinión. Acusaban la gran cantidad de tareas atrasadas y por hacer. Garmon se evadía diciéndole que sólo disponían de un caballo, en el cual no podían montar y viajar todos, y su madre desconfiaba a la hora de dejar su morada desatendida durante tantos días. Por otro lado, Hertos también había aumentado la demanda de bienes en las últimas semanas, y no podían permitirse el dejar de labrar las tierras y preservar sus cosechas. Aun así, el muchacho lo intentó por varias veces sin resultado, de una manera o de otra, pero finalmente acabó quedándose sin opciones y, a la fuerza, tuvo que obedecer las órdenes de su padre.

Una vez todo decidido, Bastian partiría junto con Yvain, Meliot y Melowyn, quien había accedido a su petición de acompañarles en el último instante. A pesar del miedo que inundaba sus corazones por tener que alejarse de su aldea, todos tenían una gran ilusión, pues nunca antes habían estado en un torneo de tanta envergadura y magnitud, y no imaginaban lo que allí podrían encontrar. Sabían que era peligroso cruzar el bosque por sendas desconocidas sin la compañía de un adulto, y todavía más en los tiempos que corrían, pero Meliot y Bastian habían jurado firmemente cuidar de las chicas, sobre todo de la más pequeña, mostrando de esta manera su faceta más madura.

Cuando Yvain estuvo lista salió al corralillo donde Bastian la esperaba. Éste la ayudó a montar pues, con las alforjas cargadas sobre el lomo del caballo, la dificultad de subirse a un corcel tan alto como lo era Zefiro había aumentado considerablemente. Una vez fuera del establo se reunieron con Meliot. Melowyn también había llegado durante su ausencia y los saludaba desde su montura, muy animada. Garmon y Melianda se habían acercado hasta la puerta de entrada de la casa, desde donde se despidieron de sus hijos. Melianda parecía preocupada. En su rostro se dibujaba la angustia. Si hubiera sido por ella, seguramente no los habría dejado marchar solos, pero sabía que la ocasión lo requería, pues quizás nunca más volvería a repetirse. Antes de dejarlos marchar, Garmon se había acercado a Bastian y le había tendido un pequeño saquito de piel con unas pocas monedas de oro que Bastian había guardado rápidamente bajo su jubón azul.

—¡Tened mucho cuidado!, no os desviéis de las sendas, no habléis con extraños y, sobre todo, no os metáis en problemas, ¿me has entendido? —le aconsejaba Garmon.

Los Tres Reinos. Averyn.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora