Capítulo 15. Un Paso Más Allá

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Cada peldaño que subía se entreveía más cerca. Parecía como si no fuera a llegar nunca. Otra vez se encontraba en aquella extraña pero atrayente escalera de caracol. Esta vez tenía que intentar llegar hasta esa puerta, y ver qué había tras ella. Seguía subiendo, con la respiración entrecortada y el corazón latiéndole enérgicamente, el resplandor cada vez era más intenso y sabía que su objetivo no debía estar muy lejos. Por fin la divisó, no quedaban más que una docena de peldaños. La puerta oscura, pues debido a aquel resplandor apenas se podía presenciar detalle en ella, estaba entreabierta. Alcanzó el último peldaño y apoyando su mano sobre el portón empujó levemente, dando paso a una avalancha de luz que lo dejó cegado por unos instantes.

Cuando recuperó la visión se encontró ante una sala amplia, vacía en apariencia, cuyo suelo era de piedra maciza de un tono gris heráldico. Altas vidrieras dejaban penetrar la luz del exterior. En ellas, aparecían figuras de hombres y animales de antaño blandiendo escudos y armas. Al fondo y frente a él, se hallaba una gran estructura dividida en dos diferenciadas escalinatas acompañadas con dos barandillas, las cuales en sus extremos finalizaban con una gran cabeza de dragón. Se podía acceder a ella por ambos lados y se apoyaba sobre un muro también de piedra. En lo alto y al final de ésta, otra puerta con grabados dorados en relieve estaba repleta de hojas de plantas dibujadas y talladas en todo su contorno que empezaban desde la raíz y terminaban en el propio agujero de la cerradura. Bastian fue hacia ella sin pensárselo dos veces aun sin saber si estaría abierta, si haría falta una llave o algo parecido, cuando de pronto oyó una voz que retumbaba en sus oídos.

—¡Bastian!, ¡Bastian!

El chico miró en todas direcciones pero no veía a nadie más en aquella sala. Se dirigió hacia las escaleras, subió despacio pero sin demora y cuando se hallaba frente a la puerta la voz volvió a hacer acto de presencia en sus sentidos. Esta vez la oyó como si estuviera justo a su lado.

—¡Bastian!, ¡Bastian!

El joven intentó averiguar la procedencia de aquella voz y tal fue su deseo de hallarla, que su entorno empezó a volverse translúcido y poco a poco fue difuminándose hasta pasar al más oscuro de los negros.

Cuando volvió a abrir los ojos su madre se hallaba frente a él mirándolo con el rostro serio y semblante.

—¡Bastian!, despierta. Se te han vuelto a pegar las sábanas, jovencito.

El muchacho se incorporó sobre el jergón mirando a su madre y a la vez intentando retener en su memoria lo que había presenciado en aquel sueño, pues hasta el momento era lo más lejos que había llegado después de tantos meses en aquella absurda escalera.

—¿Te encuentras bien? —le preguntó Melianda.

—Sí, no es nada —dijo secándose el sudor de la frente—. Solo ha sido una pesadilla. Su madre lo miró con preocupación.

—Bien, entonces no hagas esperar a tu padre. Te espera ya abajo en el salón. Esta semana volverás con él a los campos, no le hagas esperar. —Le entreabrió la cortina para dejar pasar la poca luminosidad que traía el amanecer y salió de la habitación.


Los Tres Reinos. Averyn.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora