Capítulo 28. La Dama del Lago Yesian

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Cuando abrió los ojos, sus compañeros aún dormían. Tenía la frente empapada de sudor y el corazón le latía con fuerza. Los restos del débil humillo de la fogata se esparcían por sobre sus cabezas. Se incorporó pensativo. Lo había echado todo a perder, su sueño se había esfumado, pero tenía que intentarlo, pensaba. ¿Sería en verdad aquella Rosa Negra la causante de todos sus problemas? Alguna relación existía, estaba completamente seguro. Recordaba que Amanieu le había mencionado aquella extraña flor poco antes de su precipitada huida de Gualhardet, pero nada le había explicado de ella. De haberlo sabido antes le habría contado a la anciana más sobre aquellos extraños sueños.

Muchas preguntas volvían a aturdir su mente sin darle apenas tiempo para recapacitar cada una de ellas. ¿Estarían los Kalagar detrás de todo aquello? ¿Estaban intentando comunicarse con él de alguna forma? Empezaba a estar casi seguro. Se levantó, dejó la manta a un lado y se alejó del grupo encaminándose hacia el lago. Necesitaba tomar un poco de aire fresco. Siguió dando un pequeño paseo por la orilla hasta detenerse bajo un fresno. Allí se sentó dejando reposar sus pies descalzos sobre la hierba mullida.

Se sentía enfadado consigo mismo por no poder llegar a comprender el significado de tantas cosas. Cogió una pequeña piedra que yacía a su lado y la lanzó al lago. La piedra fue dando pequeños saltos hasta sumergirse definitivamente en el agua. Esto en gran medida le ayudó a canalizar y exteriorizar la energía negativa que se estaba apoderando de él. Divisó otra muy cercana y lo intentó de nuevo llegando más lejos en su segundo intento. Parecía un juego divertido y no dudó en lanzar unas pocas más intentando superar con énfasis su primera marca. Pronto la inmóvil agua del lago se llenó de ondas que perecían en la orilla cercana a sus pies. Se levantó para probar una última vez cuando a lo lejos un punto brillante apareció en mitad del lago frente a él.

Bastian detuvo su acción al instante. El halo empezó a moverse realizando pequeñas curvaturas mientras se acercaba hasta su situación, haciendo retroceder al chico hasta el punto de hacerlo tropezar con una de las raíces salidas del fresno y caer sentado de espaldas contra el tronco y el suelo. Lo que ocurrió en aquellos instantes es difícil de explicar. El agua empezó a rehuir ante aquel ente extraño y poco a poco una figura esbelta fue surgiendo de la bruma hasta detenerse a ras del agua en el aire, a pocos centímetros de él. Toda la figura resplandecía en mitad de la noche y reproducía grandes destellos cegadores que emanaban gran poderío y belleza. Bastian estaba asustado, pues no sabía a qué clase de ente había despertado con su inocente juego.

—¿Quién eres? —dijo el muchacho con voz tímida.

—Soy la dama del lago Yesian. ¿Qué has venido a buscar?

Bastian intentaba mirarla, cubriéndose los ojos con la mano que instantes antes había sujetado una puntiaguda piedra.

—¿Qué eres? —Volvió a preguntar un poco más calmado—. No eres humana, ¿verdad?

—A decir verdad creo que en eso estamos en igualdad de condiciones le contestó la dama.

Bastian se sorprendió al comprobar que lo había reconocido como Kalagar.

—Me llamo Viana, y soy una Nereida contestó al fin, la más añeja de todas las Nereidas que hayan existido jamás en el Lar Viejo.

—¿Habitas a menudo este lugar? curioseó Bastian, y la dama rio.

—Fui traída al mundo al principio de todos los tiempos, cuando el mundo sólo estaba habitado por cuatro tipos de criaturas: los gnomos, los silfos, las salamandras y las nereidas. Era un mundo elemental, puro y sin conflictos, donde estos primeros seres vivían en paz: los gnomos trabajaban la tierra; los silfos gobernaban los vientos; las salamandras administraban el fuego y las nereidas regían las aguas. Un día, todos ellos decidieron unirse y construir un mundo habitable, uniendo sus fuerzas y sus más preciadas posesiones: la tierra, el aire, el fuego y el agua. Y así surgieron los animales y las plantas, pero también los dioses, las hadas, los Kalagar, los Dorûknáin y el resto de seres que pueblan la tierra, entre ellos el Ermin. Los gnomos moldearon con barro aquellas figuras que habían creado, los silfos se encargaron de llenarlos de aire y las salamandras dieron calor a aquellas criaturas toscas y poco agraciadas. Las nereidas mezclamos con agua aquellos escasos materiales trabajando día y noche hasta completar la última obra pulcra jamás creada. Pero no todo salió como debía esperar. Pronto, cada uno de ellos empezó a tomar y desarrollar sus propias costumbres y sus diferencias se hacían más notables con el paso del tiempo. Veloces como el viento empezaron a producirse los primeros enfrentamientos y guerras entre razas, desuniendo poco a poco y echando a perder todo el trabajo arduo y puro de muchos años atrás.

Los Tres Reinos. Averyn.Where stories live. Discover now