74 - LA ÚLTIMA ESCLAVA

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—¡Vuelve a repetir eso, niño! —enfureció Igor y lo tomó por el cuello. Y el rubio atinó a empuñar su lanza.

—¡Ya basta! —intervino la mujer—. Será mejor que te retires, Zanzi...

Los dos se insultaron con las miradas, pero finalmente se separaron. El muchacho ya no tenía nada que decir y se fue por donde vino. Una vez en el exterior se infiltró en la multitud enojada. Pudo oír los reclamos que se repetían de boca en boca, la gente exigía seguridad, aunque también escuchó la petición de los más afligidos, "¡¿Quién me devolverá a mi hijo?!", lloraba un padre. "¡Quiero justicia!", gritó otra. "¡Sí! ¡Traigan la cabeza de Salem!", exigió uno. El rubio se abrió paso hasta el frente y se paró sobre el borde de las rejas.

—¡Escuchen, por favor! ¡Mi nombre es Zanzi! ¡Soy el cazador que mató a uno de los demonios que nos invadieron!

—¡Es cierto! ¡Yo te vi! —confirmó un anciano. Y varias personas más también lo reconocieron.

—¡Presten atención! ¡El señor Ledrick no se encuentra en la aldea! —los guardias dentro de la propiedad se miraron entre ellos, no era un buen momento social para confesar esa ausencia, los murmullos de sorpresa se expandieron entre la muchedumbre—. Sí... así es. ¡Estamos solos! ¡Y además las políticas que se han llevado a cabo estás últimas décadas han debilitado en gran medida la capacidad de los cazadores! ¡Por eso quiero pedirles un favor! —la gente miraba incrédula al muchacho que no tenía pelos en la lengua—. ¡Es necesaria la cooperación de todos! ¡Vayan a sus casas y armense con lo mejor que encuentren! ¡La defensa de nuestra aldea está en las manos de cada uno de nosotros!

La gente comenzó a calmarse para darle lugar a la reflexión. Por fin alguien hablaba con sinceridad y además mostró un interés genuino por los problemas comunes. La declaración de Zanzi no era una promesa pomposa, sino que habló claramente y les hizo comprender que la dependencia de un regente era un error. Solo ellos mismos son capaces de entender sus propias necesidades. La muchedumbre comenzó a abrirse para esparcir el mensaje y buscar armas para estar preparados.

Cuando ya no hubo nadie el rubio se acercó hasta el portón y le expresó a los guardias la necesidad de usar las aves mensajeras de la atalaya. Los hombres en la armadura dudaron un momento, pero ya lo habían visto con Igor así que le abrieron paso. Cruzó el jardín sin demora, avanzó por el salón principal hasta los pasillos aledaños; los escalones se le hicieron familiares, pues ya conocía el camino. El trayecto le dio tiempo a soltar sus ideas para sí mismo. "Ese tal Jol habló de negocios ilegales referentes a Igor. Además recuerdo que el pájaro mensajero que él envió se adentró en el bosque, muy contrario a su supuesto destinatario. Aquí hay algo muy raro...". Interrumpió los pensamientos al alcanzar el punto más alto. El ventanal estaba ahí, al igual que las jaulas con sus animales dentro, salvo por una. El susodicho no había regresado, solo estaba su armazón vacío. Se asomó por la ventana para comprobar el cielo, era tonto creer que justo en ese instante podría regresar el ave y efectivamente, no había rastros de ella. Recorrió con los dedos los papeles sobre la mesa, estaban en blanco. Tomó el lápiz y realizó unos trazos sin forma. Luego lo ató en una pata cualquiera y soltó al pajarraco, pretendía seguirlo para descubrir el destino secreto, pero este mensajero, a diferencia al utilizado por Igor, sí extendió las alas hacia el norte. Rumbo a la capital.

Frustrado por el secretismo y no poder concretar su investigación, soltó un grito junto a un golpe en la mesa para empujar con furia los papeles sobre ella. Fue en ese movimiento hacia la izquierda que el costado de sus ojos alcanzaron a ver una figura asomada por la puerta, la misma se escondió un poco al ser avistada. Pero el muchacho se acercó para disculparse por su actitud.

—Siento mucho el alboroto —dijo al avanzar. Reconoció a una muchachita vestida con ropa andrajosa y el pelo atado en una coleta—. ¿Eres una sirvienta? —la joven respondió con un gesto de cabeza y unos ojos dulces. En el remolino constante de ira y venganza dentro del pecho del rubio apareció un leve sentimiento de admiración. La joven le resultó sumamente hermosa incluso con su aspecto de esclava—. Me llamo Zanzi. ¿Cuál es tu nombre? —ella lo observó en silencio durante unos segundos y con absoluta timidez abrió un poco la boca para mostrar su muñón en la lengua—. Eres muda... —asintió retraída, aunque esa actitud no hizo más que conmover el corazón del joven—. Bueno... emm... si quieres puedo llamarte "Celeste" o "Cele"... es que... emm... —tuvo que interrumpir el contacto visual para continuar—. Tu rostro es tan bonito como el cielo... —entonces fue ella la que tuvo que mirar al suelo con las mejillas ruborizadas. Casi de al instante las miradas volvieron a conectar y la chica agarró la mano del cazador para atraerlo e hizo una seña al pasillo, de repente tomó una actitud preocupada—. ¿Quieres que te siga?

UN SECRETO EN EL BOSQUEWhere stories live. Discover now