Capítulo 14👑

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Una sorpresa me llevé al ver que en la cama de mi habitación se encontraba la ropa para la celebración

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Una sorpresa me llevé al ver que en la cama de mi habitación se encontraba la ropa para la celebración.

Esa emoción se transformó al caer la noche y tener que colocármelo.

Las muecas no dejaban de aparecer frente al espejo. El vestido era largo y amplio, el problema se hallaba en el torso, puesto que era de tirantes y escotado de sobremanera.

Mentiría si dijera que antes no quiera usar ese tipo de vestidos.

En la adolescencia, siempre los había querido usar pero, me los mandaban a cambiar, alegando que no eran dignos para una princesa, que debía mantener la imagen. Aquello hizo que con el tiempo me resignara a que no eran para mí.

Luego de incontables expresiones y risas por parte de Lilih, quien se había ofrecido a ayudar, decidí dejar de darle importancia al vestido.

Procedí a la parte más complicada, en mi opinión, el bendito velo. No tenía idea de como colocarlo, era de una tela frágil y de un negro transparente.

Por suerte, Lilih si sabía como colocarlo. Mientras lo hacía, me contaba como cuando era niña veía a su madre colocándoselo a la antigua reina, la única que podía participar de esa "misteriosa" celebración.

Cuando intenté averiguar, me dijo que la única que conocía los detalles además de los integrantes, era la reina ya fallecida.

Más dudas se sumaron a la lista, ¿por qué la reina era la única que asistía a eso?

Luego de prepararme, salí de la habitación para recorrer el mismo pasillo que me llevaría a la escalera.

La luna estaba en su punto más oscuro por lo que los pasillos no estaban iluminados en absoluto.

Eso no me dejaba calmada, la oscuridad me ponía los nervios de punta, por lo que caminé apresuradamente y al bajar la escalera, él estaba ahí. Eso estaba más que seguro.

Vestía por completo en negro, era de esperarse también, llevaba una camisa remangada hasta los codos con unos botones desabrochados, lo que le daba un aire a informal, tenía una mano en el bolsillo y la otra sosteniendo una antorcha.

Cuando me vio, sonrió. Su mirada estaba cargada de malicia y deseo, oculté la incomodidad que aquello me generaba.

-Estas más hermosa de lo que imaginaba que estarías -susurró ofreciéndome su mano, como la primera vez.

-Un cumplido del rey, vaya honor -bromeé, aceptando su ayuda.

Una pequeña charla se llevó a cabo mientras caminábamos a un lugar que no había conocido antes, era una estructura alejada de todo.

Para llegar a ella había que atravesar varios pasillos, una escalera hacia abajo y una puerta extraña. Que parecía ser abierta únicamente para la situación.

El rey abrió la puerta, captando la atención de los demás. Todos estaban formando un círculo que ocupaba todo el espacio del lugar, habían antorchas repartidas por las paredes, eran la única fuente de iluminación, las paredes parecían ser de piedra, miré hacia el techo, este tenía ventanales de vidrio en diferentes colores.

Había un hueco en la formación del círculo, éste se encontraba justo frente a algo que parecía ser como un trono en donde cabían perfectamente dos personas.

No sabía que tenía que hacer con exactitud. Entré esperando alguna señal por parte de Eber para saber que sería lo próximo.

Él colocó una mano en mi espalda baja, lo cual casi consiguió un salto por mi parte, ni lo esperaba ni me sentía cómoda con el toque.

Me invitó a caminar hacia adelante, directo al único espacio libre, no quise fijar mi vista en nadie, no quería llamar la atención tampoco aunque eso parecía ser lo único que conseguía.

Al llegar al lugar, me coloqué a la izquierda del rey, mirando hacia la puerta de entrada. Giré mi vista a mi izquierda y ahí estaba Cavan quien me regaló una sonrisa maliciosa, a la derecha del rey estaba Wild, tan serio como siempre.

-Estando todos reunidos damos inicio a la celebración en honor a nuestro señor Moad -fruncí el ceño cuando Eber tomó la palabra.

¿Quién era ese?

Definitivamente se habían vuelto locos.

Ya los había perdido.

Eber asintió viendo a un grupo selecto de seis hombres, que aún desconocía quienes eran. Estos desaparecieron por una puerta que se encontraba a varios metros a la izquierda de la principal.

Pasaron varios minutos hasta se escuchó volver a abrirse la puerta.
Cada hombre entró trayendo consigo a una mujer encadenada.

Me tensé de inmediato, eso no era buena señal.
Volví a mirar a Eber, él parecía indiferente a la situación.

Dos de las mujeres fueron arrastradas y obligadas a colocarse de rodillas en medio de un extraño símbolo tallado en el suelo. Todas tenían las manos encadenadas a su espalda, algunas lloraban y suplicaban, otras sólo sollozaban con la vista perdida, cada una lo enfrentaba a su manera.

Detrás de las que estaban en el suelo, se colocaron dos hombres quienes en su mano llevaban una navaja.
Con un intento de disimulo, aparté mi vista de la escena.

Sabía que sucedería y no lo soportaría.

Los hombres comenzaron a recitar oraciones en un idioma extraño, inentendible para mí.

Luego de varias frases, cortaron el cuello de sus presas. Acto que consiguió que mi respiración se pusiera pesada, sentía que en cualquier momento fallaría.

La tercer mujer tuvo un destino más cruel, fue colocada detrás de los cuerpos de las dos anteriores.

Las frases volvieron a aparecer, ésta vez torturando no sólo a las demás jóveness si no a mí también.

Los recuerdos nublaban mi visión.
Aquella joven siendo torturada por ellos no era una desconocida, se veía igual a mi.

Su cara se transformó, un nudo en mi garganta surgió, quise salir corriendo de allí pero sabía que no debía hacerlo.

Respirar se volvía cada vez más pesado, con cada grito y lágrima de ella.

Cuando se acercaron los últimos gritos agarré el brazo de Eber, podía sentir su mirada pesada sobre mi. Respiré con dificultad, mientras clavaba mis uñas en su brazo, no vi cuando le arrebataron la vida, no por evitar verlo si no porque mi campo de visión se tornó borroso.

Iba a llorar pero, me detuve de hacerlo. No iba a hacerlo, no ahí.
Miré al techo. Eternos segundos después, sus gritos cesaron.

Tres hombres trajeron a las tres mujeres restantes. Más gritos, más llantos, más súplicas.

Las frases no tardaron en volver, así como mis recuerdos.
Esta vez no aguanté, no quería mirar, me aferré a Eber, escondiendo mi cabeza en su pecho.

Si no miraba, los recuerdos no me arrastrarían.

Él tomó mi cintura, reposando su brazo en ella, aferrándome a él, quien veía la situación serio y con una expresión de respeto.

Las frases cesaron lo que informaba el destino de las jóvenes, quise esconder aún mas mi rostro pero, algo me detuvo.

Cavan estiró su brazo, tomando mi rostro con su mano y obligándome a presenciar las muertes.

En ese instante no me contuve y después de meses, volví a llorar.

Cristales Rotos Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon