Capítulo 31👑 Final

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Era de noche, cuando Samira estuvo a punto de darse por vencida

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Era de noche, cuando Samira estuvo a punto de darse por vencida. Los guardias habían aparecido, pero ninguno se interesó en ella como para acercarse y ella, necesitaba que él se acercara.

Debatió en su mente, su plan no estaba funcionando. No estaba llamando la atención de ninguno, entonces recurrió a lo que había hecho para atraerlos los primeros días. Comenzó a gritar.

—¡Sáquenme de aquí! —se giró de frente a la pared y comenzó a golpearla— ¡Malditos desgraciados! ¡Suéltenme! —con cada golpe sentía como sus manos le pedían a gritos que parara, no era una linda sensación golpear rocas— ¡¿No me escucharon?! ¡Sáquenme... —su oración fue interrumpida por el estruendo de la puerta.

—Me preguntaba cuando durarías —el guardia sonrió con perversidad, nada disfrutaba más que los lamentos de sus víctimas. Sin embargo, esta vez, Samira sonrió antes de darse la vuelta y fingir terror.

Comenzó a llorar viendo la desagradable imagen de aquel hombre. Tenía una contextura grande, por algo lo habían escogido para ese puesto, sus ropas no eran limpias, aunque si más que las suyas. Tenía el cabello mal cortado y signos no haberse duchado en algún tiempo.

Ella miró de reojo el cinturón del hombre, rogando que este no se diera cuenta de su rápida inspección. Traía las llaves, casi sonrió por eso pero, lo más importante, también traía una espada.

—¡Por favor! —se dejó caer en el suelo, quedando casi de rodillas.— ¡Sáqueme de aquí! —Lloró con mayor intensidad.

No sabía hasta qué punto del llanto era real. Un lado de ella solo fingía, mientras el otro se permitía ahogar todas las penas en ese momento. Ese era su momento para quitar todo el dolor que aquejaba a su alma. No se permitiría llorar en otro momento.

Él se acercó, con la sonrisa tan asquerosa como la de cualquier malintencionado acechando a su víctima. Cuando estuvo frente a ella, la observó. Tan frágil pero, tan hermosa, tal como un cristal roto recién quebrado.

Sus llantos avivaban el fuego en su interior, tal vez era una simple parafilia pero, para él, no había sentimiento más grato que verla llorar. Quería verla suplicar, que se arrodillara y gritara por piedad, eso lo hacía sentir vivo.

La agarró del cabello, estirándola y obligándole a ponerse de pie. Ella emitió un quejido sonoro, eso lo alentó.

—Llora, pequeña. Llora —pasó su mano por su mejilla, sintiendo la humedad de sus lágrimas.

La acarició, ella seguía sollozando mientras él admiraba con pasión las heridas, cicatrices y moretones que él mismo había provocado en su cuerpo. Deslizó su mano por su cuello, primero acariciando los moretones luego comenzó a enroscarlo alrededor de su garganta cual serpiente a su presa.

Ella no perdió tiempo, lentamente había acercado su mano hasta la empuñadura de la espada de él. Su error fue dejarse llevar por su placer y, no pensar en los peligros que ello podría acarrear.

Cristales Rotos Where stories live. Discover now