Capítulo 11👑

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Luego del pequeño mal entendido y de varias miradas acusatorias por parte del general, decidí darles un poco de espacio para que ellos pudieran disfrutar del rato libre sin interrupciones

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Luego del pequeño mal entendido y de varias miradas acusatorias por parte del general, decidí darles un poco de espacio para que ellos pudieran disfrutar del rato libre sin interrupciones.

Caminé unos cuantos metros, no quería alejarme demasiado aunque aún así había perdido la cuenta de cuánto había caminado.

Estaba juntando una flor amarilla, una muy similar a las que solía regalar a mi madre cuando era pequeña. Un ruido a pisadas se mezcló con el cantar de los pájaros y el eco del viento.

—Oh ya están aquí —dije más para mí, que para ellos.

Me sorprendió que terminaran tan rápido.

Al darme vuelta a verlos, no eran ellos.

Eran cuatro hombres, todos desconocidos para mí.

Había uno en frente de los demás, por lo que supuse que él era su líder.

El líder sonrió, conocía a la perfección esa clase de sonrisas sínicas.

—¿Qué hace una dama tan hermosa y sola en este bosque? —suspiré.

Ahí vamos otra vez.

Sabía a dónde quería llegar y no estaba dispuesta a dejar que se saliera con la suya.

Se adelantó un paso, haciendo un amago a acercarse, por lo que retrocedí.

—¿Por qué no vienes con nosotros? —ofreció.

Sus dobles intenciones eran más que evidentes.

—Deberías cuidar con como me hablas —eso pareció ofenderlo, de inmediato sonreí.

Samira 1, su ego 0.

—¿Y quién te crees tu para decirme como hablarte? —se acercó unos pasos más.

—A tu rey no le gustará enterarse lo que estás diciendo —exclamé esperando que la amenaza fuera suficiente.

Sin embargo, se acercó aún más dándome a entender que no había funcionado. Quedé estática en mi lugar.

Bueno, él se lo había lo había buscado y yo, se lo advertí.

Empuñé el cuchillo que el me había dado, lo escondí detrás de mi espalda, estaba dispuesta a usarlo. Un muerto más a mi lista no sería nada.

Tres pasos de distancia.

Dos pasos

Un paso.

Clavé el cuchillo en su estómago, lo quité enseguida y retrocedí, poniendo una distancia considerable entre ambos. El gruñó, sus secuaces dieron un paso, dispuestos a ayudarlo pero, él los interrumpió deteniéndoles con la mano.

Su ego no le permitiría verse derrotado por una mujer.

Cuando se iba a incorporar para arremeter de nuevo. Otro ruido los hizo darse vuelta.

Cristales Rotos Where stories live. Discover now