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Keisi

No puedo parar de pensar en todo lo que me está pasando. Me cansé de rezar todas las noches, es como si Dios me estuviera castigando, el problema es que yo no he hecho nada malo. Siempre he sido educada, estudiosa, procuro ser buena hija. ¿Qué he hecho mal?

Las cosas solo empeoran para mí. Me siento cansada y cuestionándome constantemente si debiese aceptar la propuesta de Johan. La idea es tentadora, pero debo admitir que algunas veces le tengo miedo.

A veces tengo sueños con el día en que asesinó a ese hombre. No se veía que le afectara, no estaba preocupado, ni afectado por la situación.

Esta vez evité regresar con Johan. Así que regresé sola a casa, ya hacía mucho que no lo hacía. Era bonito caminar con lentitud, mirar a todos lados y a veces sintiendo envidia de la vida de las otras personas.

Se ven tan felices y sin problemas, sin embargo, tomando en cuenta la zona tan cutre en la que vivimos, estoy segura de que la gran mayoría tienen problemas económicos. Viviendo al día con lo poco que ganan.

He visto a muchas mujeres con hijos haciendo lo posible para que ellos tengan ropa, comida y un techo. Es tan triste la realidad en la que cada uno vive.

Todos tienen problemas, con un diferente grado de dificultad y tristeza. ¿En qué grado estaría el mío?

Al llegar a casa y abrir la puerta me encuentro con la escena más desagradable y vomitiva posible. Mi padre se encuentra en la sofá cogiendo con la mujer que ha sido su amante durante años. Aquella que siempre estuvo consciente de que mi padre estaba casado, la misma que influía en las peleas y golpizas que mi madre recibía.

La misma mujer que le dijo a mi padre que mi madre y yo huiríamos. La razón por la que él se enojó y termino matándola.

Muy rara vez ella se pasa por la casa, solo existe cuando mi padre gana dinero a través de mí. Los gemidos son tan asquerosos y la rabia se apodera completamente de mí.

Avanzo a grandes zancadas y la tomo del cabello jalándola con fuerza. Mi padre al verme se levanta y se tapa con rapidez.

—Buenas tardes, Mónica. Tanto tiempo sin verte, por favor ponte ropa y lárgate de mi casa si no quieres que te arranque el cabello mal pintado que tienes. —Gruñí mientras la jaloneaba y tiraba al suelo.

La mujer se quejaba y me aruñaba los brazos para que la soltara.

—Maldita mocosa. —Chillaba. —¡Haz algo, Marco!

El golpe que recibí en el pómulo hizo que mi cabeza se girara, sin embargo, nunca solté a Mónica.

—Estúpida, estúpida. Suéltame. —Se retorcía y chillaba con desesperación. Y por primera vez en años sentía un atisbo de felicidad. Aunque quizá era más bien satisfacción.

—Keisi. —Mi padre gritó y volvió a golpearme en la cara sin parar, hasta que solté a la mujer.

Sentía mi nariz sangrar y un ligero dolor en el rostro. La adrenalina no me dejaba pensar con claridad. Lo más factible era que me quedara callada y me fuera a mi habitación. En cambio, solté a reír y decir palabrotas.

—Llévate a tu puta a otro lugar. No utilices la casa para coger. Es una falta de respeto... —Solté una carcajada. —Olvidaba que tú no tienes ni una pizca de conciencia y respeto.

Mi padre volvió a golpearme y a jalar mi cabello con agresividad. Sentía como me lastimaba el cuero cabelludo, pero cuando vi a Mónica ya vestida y burlándose de mí me hizo actuar sin pensar.

MURDERWhere stories live. Discover now