►07

64 9 2
                                    



Keisi Brown.


—Solo compra lo necesario, no gastes el dinero en otras cosas. —Dice papá.

—Ya lo sé.

—Tampoco llegues tarde.

No le contesto y salgo de la casa. Reviso el dinero que me dio y suelto una risa amarga.

—Hijo de puta, ni siquiera me dio para los camiones y aun así quiere que no llegue tarde.

Emprendo mi camino hacia el supermercado, platicando con mis amigas dicen que no les gusta ir a comprar el mandado. Pero yo soy feliz con salir de casa, aun si solo es a comprar comida.

Miro al cielo, hoy de nuevo está nublado y gris. Ojalá el sol saliera más seguido. Recuerdo que cuando era más pequeña los días estaban un poco más iluminados.

No sé si ahora los días son grises porque es algo normal o simplemente los colores de mi vida han desaparecido. Tal vez tenga más sentido la segunda opción, ahora todo es acromático.

—Keisi.

Cuando escucho mi nombre siento un intenso miedo, mis piernas tiemblan. Pero cuando veo al rubio junto a mí, suelto el aire que estaba conteniendo.

—¿Por qué estás pálida? —Frunce el ceño. —¿Te sientes mal? —Johan intenta poner su mano en mi frente, pero lo esquivo alejándome.

—Estoy bien. Solo que me sorprendí cuando escuché mi nombre. —Murmuro.

—¿A dónde vas?

—Tengo que ir hacer las compras.

—¿Puedo acompañarte? —Sonríe.

Me lo pienso por unos minutos. No quiero que mi padre se entere que fui acompañada por un chico. Además, Johan aun me da un poco de miedo.

—Te ayudaré a cargar las bolsas.

—Hecho. —Asiento. —Pero te quiero a un metro de distancia de mí, por favor.

Caminamos en silencio los primeros minutos. Él respeta la distancia que le dije y observa todo a su alrededor. Imagino que es normal, es nuevo en el distrito, debe estarse acostumbrando a este nuevo lugar.

—¿Tu madre no te acompaña a hacer las compras?

Al escuchar eso, aprieto los labios.

—Ella ya no vive, por lo que estoy a cargo de estas cosas. —Murmuro.

Johan no responde y yo mantengo la mirada en el camino. No me gusta hablarle a los demás sobre mi madre, quiero que mis recuerdos de ella solo sean para mí y quiero evitar que los demás se compadezcan de mí.

—¿Sabías que el ojo de un avestruz es más grande que su cerebro? —Me suelta de la nada. —Y pueden llegar a medir dos metros y medio.

No puedo evitarlo así que termino riendo. Él me sonríe y asiente con la cabeza.

—¿Cómo sabes eso?

—Pase mucho tiempo leyendo libros. —Murmura. —¿Por qué me miras así? Es que creías que era un cabeza dura. Oye, que sea rubio no tiene nada que ver con que sea tonto.

—Siete segundos es el recorrido que hace la comida de la boca al estómago. —Sonrío emocionada. Al fin puedo presumir de los datos que he leído en los libros de medicina.

—¡Que bien! Los datos interesantes ayudan a aminorar el ambiente tenso. —Aplaude. —Ich bin ein Genie.

—Espero no me hayas insultado. —Me burlo.

MURDERWhere stories live. Discover now