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Keisi – 9 años.

El día parece muy apagado, las nubes tapan el sol y el cielo está completamente gris. No me gusta cuando se ve así, todo se ve muy triste.

Aunque la mayoría de los días en Londres son así, tan melancólicos y lluviosos. Tendré que estudiar y trabajar mucho para que algún día pueda viajar a un lugar más soleado. Llevaría a mamá conmigo y pasearíamos todo el día.

Sonrío imaginándome la sonrisa que ella tendría si viajáramos. Si, mi nuevo objetivo de vida es ese. Tendría que preguntarle a mamá a donde le gustaría ir.

Quizás deba comenzar a ahorrar, saco el monedero de rana, suelto un suspiro lastimero cuando me doy cuenta de que ni siquiera me alcanza para el camión.

Caminando por las calles con cuidado, sin parar de mirar a los lados. Mamá no ha podido ir por mi a la escuela, ella tenía que cubrir a una compañera en el trabajo. Así que por primera vez regreso a casa sola, espero que sea la última. Me gusta caminar con mamá a mi lado, es muy agradable.

A unas cuadras antes de llegar a casa me detengo, cuando observo el auto de papá estacionado en un callejón.

Es extraño, él debería estar en el trabajo. Me acerco con intención de preguntarle que hace acá, pero me detengo cuando una risa femenina comienza a escucharse.

Definitivamente no es la risa de mamá.

A hurtadillas, me agacho para evitar ser vista. Me acerco un poco más queriendo ver quien es la mujer. Una mata de cabello rubio mal teñido logra verse a la vista, seguido del sonido de besos bastante húmedos.

Aprieto las manos en puños, me contengo de no saltar y decirle lo que pienso a papá. Me contengo, no quiero que se ponga agresivo.

Cuando salgo del callejón corro lo que falta de camino para llegar a casa. Abro la puerta encontrando todo vacío, mamá aun no llega.

No sé como decirlo, ella ya me había comentado que papá la engañaba. Aunque ya lo sepa no creo que le caiga bien saber que lo presencie.

Espere y espere, hasta que ella llegó.

Su rostro se veía cansado, las ojeras eran bastante notables y los moretones en su cara comenzaban a verse a través de su maquillaje.

Se veía pálida, así que corrí hasta ella, cuando me vio una enorme sonrisa apareció.

—Mi bebé. —Se agachó y llenó de besos mi cara. —Perdóname por no ir por ti.

—No te disculpes, seguro mañana volverás a ir por mí. —Sonrío.

La ayudo a sentarse en el sofá, corro a la cocina en busca de un vaso de agua para ella. Saco sus zapatos y le entregó unos más cómodos.

—Que acomedida es mi niñita. —Ríe bajito. —Te eduqué bien, espero que seas así con las personas que lo necesiten.

Asiento con la cabeza, sentándome a su lado. Ella deja caer su cabeza contra el respaldo del sofá y suspira profundamente.

—Sé que últimamente trabajo más y casi no tengo tiempo para ti. Pero cuando tenga el dinero suficiente te sacaré de aquí. —Murmura. —Nos iremos las dos a un barrio mejor, una casa más bonita y tú iras a una mejor escuela.

—¿De verdad? —Me puse de rodillas en el sofá y aplaudí emocionada.

—Claro. —Se incorporó tomando mis manos entre las suyas. —Tú mereces una mejor vida, mi cielo. —Se queda callada por unos segundos. —Y la verdad es que yo también. —Dice con decisión.

MURDERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora