Si yo, Jade Greco, le hacía caso a Liam, estaría dando por perdida mi vida, me estaría dando por vencida. Porque sí, eso estaba haciendo: creando una lista para algo que... quizás, podríamos evitar. Pero el punto era: ¿Cómo evitarlo? Y pues no tenía ni puta idea, eso ya se lo dejaría a la Jade creativa o quizás...

A alguien mucho más astuto.

Una vez que terminé de cambiarme, abrí la puerta de par en par. Liam esperaba sentado en una silla de madera con las piernas abiertas, leyendo con mucha precisión un papel un tanto largo y viejo que, anteriormente, lo había visto escribir con sus auriculares puestos.

—Oye tú —chillé mientras desarrendaba mi pelo con un cepillo de plástico, ansiosa, saliendo entre el marco de la puerta.

Liam apartó la mirada del papel, desmotivado y con algo de desagrado.

—¿No ves que estoy leyendo? —me escupió.

—Ya, pero...

—Detesto que me interrumpan cuando leo —masculló antes de volver a apartar la mirada a el papel— y más si es que la interrupción viene de ti cuando te pones rollo lorito. —Se colocó sus auriculares y comenzó a mover su cabeza al ritmo de la música que escuchaba.

Me le acerqué bastante para intentar captar toda su atención pero no lo logré.

—Me gustaría que me escuches solo un minuto. —Sin respuesta. Él siguió en su mundo—. ¿Hola? —Otra vez sin respuesta—. Liaaaaam, Jade te está hablaaaaando —modulé de más para joderlo aunque, la broma se la pasó por el culo porque nunca contestó—. ¡Liam! —grité quitándole los auriculares de un tirón.

—¡¿Qué mierda quieres?! —protestó levantándose de la silla, sobresaltado.

—¡Te llamé tres veces y no me contestaste!

—¡¿Qué parte de "no me gusta que me interrumpan cuando leo", no entendiste?!

—¡Esto es importante!

—¡¿Sabes?! ¡Lo mío también lo era! ¡De hecho era muy importante para mí pero te metiste en el medio, como siempre!

—¡¿Ah, sí?! ¡¿Qué hacías, entonces, chico misterioso?! —ironicé cruzando mis brazos.

—Lo que yo haga no es de tu incumbencia —me respondió, serio, bajando el tono.

Luego, caminó con rapidez hacia un estante y apoyó la hoja junto a sus auriculares sobre el.

—Pues... ¡yo creo que sí lo es porque me importa!

—¡Pues bien! —me respondió ya cansado.

—¡Y... bien! ¡¿Qué es lo que apuntas ahí, entonces?!

—¡¿Si te respondo dejarás de ser tan preguntona?!

—¡No soy pregunta pero, si lo fuera, respondería que sí!

Volteó sus ojos.

—Escribo una canción —confesó al fin.

—Ah... ¿tanto drama por una canción? —pregunté casi para mí misma.

—Eso te pregunto a ti.

Crucé mis brazos.

—Es para una chica, ¿verdad?

—¿Qué? —soltó, confundido.

—Que sí es para una chica. —Me miró aún más confundido—. Los chicos en las películas que suelo ver con Alex suelen ponerse nerviosos cuando descubren que...

—Ya cállate, ¿quieres? —soltó con impotencia.

—¡Lo sabía! ¡Es para una chica! —contesté emocionada aunque, realmente no sabía si estaba muy feliz por ello—. ¡Tu mandíbula está tensa! Eso quiere decir que... ¡Estás nervioso!

Efecto Mariposa ©Where stories live. Discover now