Capítulo 8.

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Había sido un primer día tranquilo, Juliana lo debía aceptar. Los niños se comportaron de maravilla, la casa estaba impecable y los únicos obstáculos que tuvo sin Valentina fue dormir sola la noche anterior.

En el mes que empezaron a vivir juntas y por consecuente dormir en la misma cama, se había acostumbrado a Valentina muy cerca suyo buscando su calor por las noches. La estaba extrañando, lo aceptaba.

Y eso que apenas había pasado un día sin ella...

―¡Juliana, Juliana!

La mencionada suspiró volviendo a sí y dio media vuelta para ver a Alejandro llamándola desde su cama con una carita triste.

―¿Que ocurre, campeón?

―Tengo frío... ―Juliana lo vio mejor y se dio cuenta de que el pobre niño seguía en toalla luego de su baño.

―¿Quieres mi café?

Juliana parpadeó sorprendida al ver a Sebastián aparecer en la puerta de la pequeña habitación con una tasa caliente de café en la mano y cubierto solo por una toalla de pollitos amarilla.

―¿En qué momento saliste?

Sebastián alzó los hombros y rio travieso. ―Solo quise un poco de café.

Juliana parpadeó rápidamente por un momento. ―¿Desde cuándo sabes preparar café?

―Ah... desde hace un tiempo, ¡pero no le digas a mamá! ―Rogó acercándose a Juliana.

La pelinegra suspiró removiendo sus cabellos, le quitó la tasa de sus manos y la dejó sobre la cómoda a su lado.

―Ve a la cama, te puedes enfermar si sigues andando descalzo por la casa, Sebastián. ―Advirtió y el niño asintió, subiendo a la cama.

―Ven, Sebastián.

Juliana se acercó a uno de los armarios y sacó las pijamas de superhéroes de los gemelos. Pronto estaban vistiéndose por su cuenta mientras ella ordenaba sus juguetes.

En unos minutos sonrió satisfecha cuando estaban limpios, vestidos con sus pijamas de superhéroes y listos para dormir.

Los acostó a cada uno en sus respectivas camas y les dejó un beso en la frente a ambos, quiénes rieron por el tacto tan suave de la morena.

―Bye, Juliana. ―Agitó su mano Alejandro, sacándole una risa a Juliana.

―Duerman bien, los quiero.

Cerró la puerta y caminó a través del pasillo, tenía la idea de ir a su habitación y buscar alguna película por cable en su televisión, pero se detuvo frente a una de las puertas. Escuchó sollozos femeninos y sabía que le pertenecían a Denisse. Por un momento se debatió si fuese buena idea averiguar porqué lloraba.

Pero al final sí tocó la puerta, los sollozos rápidamente se detuvieron. La puerta se abrió.

―Denisse...

―¿Qué deseas?

Sus ojos estaban rojos y el poco maquillaje en el rostro de la adolescente se había escurrido, era un desastre.

―Estaba pasando por aquí y oí tu llanto, sé que eras tú...

Denisse resopló. ―Ya sé qué vas a decir, que estoy siendo muy caprichosa y seguramente enloquecerás como mamá Valentina, pero ahora realmente me siento mal y quiero estar sola.

Juliana negó rápidamente con la cabeza y la chica la miró. Se veía muy triste, Juliana quería ayudar.

―Claro que no, yo nunca diría eso.

Cenizas De Un Amor | ✓Where stories live. Discover now