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Diez años atrás en la tribu Osiarap

Seungmin escuchó el llanto de las personas, vio a varios llorando y lamentando el fallecimiento de la figura más importante de su hogar: su madre.

Ella había sido la líder nata, la matriarca, la mujer a quien todos seguían y respetaban, la más valiente, la más noble, la más fuerte.

¿Cómo había acabado así? Dentro de una caja de madera que ardía en feroces llamas en medio del bosque. Para su único hijo de siete años eso no tenía sentido, esa no podía ser su madre, no podía aceptar el hecho de no volver a verla. Alzó su mirada, tomó la mano de su padre y con sus pequeños ojos cristalinos le pidió una explicación, le exigió que abriera la caja y que sacara de ahí a su madre, que ella no podía irse, que aún no había aprendido lo suficiente de ella, aún la necesitaba.

— Lo siento mucho, hijo. — murmuró el hombre con el corazón roto. Era el actual jefe de tribu, ahora que la mujer que había amado con todo su corazón no estaba, él debía tomar ese importante lugar hasta que su hijo se convirtiera en un adulto. — Yo también la necesito, Seungminnie, pero — su respiración entrecortada hacía que sus palabras no se relacionaran entre sí, su llanto desconsolado no ayudaba en nada al menor. — Hijo, llora si quieres llorar, sólo llora — se colocó de cuclillas frente a él para abrazarlo, cuando Seungmin pudo distinguir a la lejanía cómo distintos adultos lanzaban rosas rojas al fuego, es que seguía sin entenderlo, seguía sin aceptarlo. — Ven aquí, hijo.

— ¡Déjame! — le gritó enojado, y así es como salió corriendo con dirección a la aldea, ignorando el llamdo de su padre.

Los adultos nunca eran claros, nunca siquiera intentaban hacerle entender las cosas tal y como eran.

Al llegar a su carpa pudo ver a alguien de cabellera rubia en la entreda, como esperando por alguien en específico. Cuando sus miradas se encontraron, aquel niño se acercó a él corriendo y lo abrazó con todas sus fuerzas. Seungmin no había esperado abrazar a nadie ese día, pero cuando estuvo a punto de alejarse lo escuchó romper en lágrimas.

— ¡Lo siento mucho, Seungmin-ah, lo siento mucho! Los adultos dicen que por mi culpa madre ha muerto. Dicen que es mi culpa, y que me sacarán de la tribu para siempre. ¡Lo siento mucho, Seungmin-ah! ¡Por favor perdóname! ¡No quiero dejar de ser tu amigo! ¡No quiero dejar a Jisung solo! ¡Ayúdame, Seungmin-ah! Por favor, por favor, por favor, tengo miedo. — soltó todo de golpe, siendo claro, sin evitar ninguna palabra. El menor en ese momento le correspondió el abrazo, sintiendo cómo el llanto del rubio se intensificaba. — Chan se llevó a Jisung y a Jeongin a jugar. Yo quería esperarte para decirte esto. Te quiero mucho, Seungmin-ah. Lo siento mucho.

— No es tu culpa, Felix. — aseguró el menor, y el picor en sus ojos volvió. — Tú no mataste a mi mamá . . . Tú no fuiste. Tú estabas jugando conmigo y con los demás cuando mamá murió. — cuando la primera lágrima se deslizó por su blanda mejilla, la primera que derramaba desde el día que le prohibieron ingresar a su carpa porque no querían que viera el cadáver de su madre, quiso ocultar su rostro en el encuentro del cuello y hombro de su amigo, en busca de un consuelo que llegó al instante. — No dejaré que te alejen de mi lado . . . No dejaré que les hagan daño, ni a Jisung, ni a Jeongin, ni a Chan, ni a ti. — pronto se convirtió en una cascada desde su percepción, porque cuando uno comienza a llorar no puede parar. Una vez que identificas tu dolor, este se sentirá presente por siempre. — De grande yo . . . Yo mandaré . . . Y los voy a proteger . . . porque soy el único descendiente de Adis Par.

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Con cariño, una flor del bosque | SKZWhere stories live. Discover now