Daniela va con un vestido ceñido al cuerpo color chocolate, el cual le llega sobre las rodillas. No usa tacones, no es lo suyo. Tiene el cabello corto por el mentón y rojo fuego. No la he visto con su color natural pero ese tono le queda pintado. Sus ojos celestes se ven como el mar y su piel blanca como la nieve.

Por mi lado, debo usar un tonto traje para la sesión de fotos. Sesión a la que voy demorado. Siento vibrar mi teléfono en el bolsillo dentro del saco, pero no lo reviso, tampoco lo hice las últimas cinco veces que vibró. Fui obligado a usar corbata, domar mis rulos y no poder escoger el color de mi traje para esa maldita sesión de fotos, asique me tomaré todo el tiempo que quiera en ir. Pueden empezar sin mí, poco me importa.

Dani saca su teléfono del pequeño bolso negro que sostiene bajo su brazo y frunce el ceño.

- ¿Qué sucede, Dani?

- Es Tomás. – Me enseña el teléfono y yo resoplo por lo bajo. - ¿Por qué no estás en la sesión de fotos? Toda tu familia está esperándote, Lu.

- No quiero ir. No pienso ir.

- Luca...

- Dije que no iré. – Me cruzo de brazos.

- No le hagas eso a tu hermano el día más especial de su vida.

- No y punto. – Me bebo el trago de un solo golpe. De reojo miro a Dani. Oh, no. Alza las cejas, se cruza de brazos y pone todo su peso sobre su pierna izquierda. Mismo patrón que cuando está en modo teniente.

- No me hagas contar hasta tres, López.

- Hazlo, no me importa.

Sí que me importa. Dani enojada y seria da miedo. Y me pone un poco.

- Uno. – Alza el dedo índice pero no me muevo. – Dos. – Sube el corazón y yo paso saliva. – Dos y medio...

Parece que va a alzar el dedo anular, sumando tres, pero yo me rindo.

- Está bien, está bien. Voy, - Me acerco a su rostro. – pero te saldrá caro.

- Esta noche te recompensaré. – Me da un beso en la nariz. – Ahora, fuera de mi vista, soldado.

Llevo mi dedo índice y corazón a la frente y finjo un saludo militar.

Camino entre la gente, evitando saludos de personas que me vieron en pañales, pero yo no recuerdo y logro salir del salón. Para ese entonces, hasta transpirando estoy. Pasa un mozo con una bandeja llena de copas con liquido amarillento espumoso. Champagne. Tomo dos. Un para mí, otra para Edén. Sé que ella estará en las fotos, pues es una más de la familia.

La sesión se hará en una sala que hay en el hotel, al estilo museo de arte. Sin embargo, no recuerdo en cual. Recorro algunos pasillos hasta que escucho murmullos en uno. Ralentizo mi paso, tratando de agudizar mi audición. Las puertas son todas iguales, blancas y de madera con pomos cubiertos en oro. Las paredes cubiertas de un tapiz rojizo con decoraciones genéricas, vestidas con cuadros y otros adornos.

Bebo un poco de una copa, otro poco de otra. Para que Edén no se dé cuenta de que bebí de la suya, claro está. Debo admitir que siento mi corazón latir con normalidad cuando reconozco la voz de Edén y Grace detrás de una puerta. Puede que no me interese toda la mierda familiar y fingir que nos queremos, pero Dani tiene razón; Es el día de Tiago y merece que sea bueno.

El problema lo hallo cuando noto que el pomo de la puerta es de los que deben ser tomados con toda la mano para girarlos y hacer ceder las puertas, y yo tengo ambas manos ocupadas. Planeo dejar las copas en el suelo cuando me paralizo al escuchar algo.

Arder | Versión en españolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora