Capítulo 20. Iguales.

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Al día siguiente Yoongi se levantó con una enorme sonrisa en la cara. Contempló a Jimin dormido a su lado, con la piel más brillante que nunca y con una pequeña sonrisita dibujada en su rostro. Quiso besarlo, pero tuvo que contener aquel impulso porque no quería que el silfo se despertase antes de tiempo. Se vistió en silencio y desapareció corriendo por los pasillos en dirección a los aposentos de sus padres, que habían permanecido cerrados a cal y canto durante muchos años.

Un par de horas después, Jimin abrió los ojos despacio. Un ruido como de pequeños golpecitos le estaba molestando. Enfocó la vista en el dosel azul oscuro de la cama y cuando se dio cuenta de que se encontraba en la cama de Yoongi, recordó todo lo que había pasado el dia anterior. Recordó la discusión, la posterior reconciliación y como se habían encerrado en los aposentos reales para amarse y no habían salido en todo el dia. 

Se giró lentamente y palmeó con delicadeza el lugar donde Yoongi había estado durmiendo a su lado. Supo en ese momento, que el tintineo de los cristales se debía sin ninguna duda al rey de Eria. Bostezó intentando reprimir una sonrisa y se incorporó para salir de la cama. Le pesaba el cuerpo, estaba agotado por toda la tensión de los últimos días pero a su vez, Jimin se sentía el hombre más completo y feliz de todo el mundo. Su magia seguía desbocada, si, pero se sentía diferente, ya que su corazón ya no latía solo y sus poderes se complementaban con los de su destino. Se enfundó en las cómodas zapatillas aterciopeladas que había dejado en el suelo y se cubrió con una de las mantas de la cama antes de salir al balcón y exponerse al frío.

Jimin tiró del pomo y la puerta cedió abriéndose para dar paso al pequeño balconcillo. Sonrió cuando el frío se coló por todo su cuerpo y contempló el espeso manto de nieve poblando todas las montañas y acantilados de Eria hasta donde le daba la vista. Se arrastró entre la fina capa de nieve que cubría el suelo y que se había quedado allí amontonada. Se asomó ligeramente con el cuerpo sobre la barandilla de piedra del balcón, intentando no mojarse con la nieve y contempló a Yoongi abajo, enfundado en su capa de invierno, con los ojos más azules que había visto nunca y con el cuerpo en tensión por la magia que estaba haciendo removerse los cristales.

-Majestad, ¿tenéis que mover los cristales a estas horas por algo en concreto?-preguntó con una sonrisilla en el rostro. Yoongi dejó que su poder se disipase y lo contempló allí asomado al balcón, con solo su ropa de dormir, una manta por encima para resguardarse, el pelo alborotado y el sueño poblando sus ojos. Su corazón se caldeó profundamente y el frío dejó de existir cuando lo vio sonreír de aquella manera. Ese hombre increíblemente perfecto que se asomaba al balcón y le sonreía a él y solamente a él, le había entregado el corazón sin condiciones e iba a darle un hijo. Un bebé de los dos, mitad rey de Eria, mitad príncipe de Orka. Jimin interrumpió sus pensamientos arrojando un poco de nieve a sus pies mientras reía por la cara sorprendida de Yoongi. 

-Déjame ser un poco romántico contigo, criatura-pidió el rey de Eria cruzándose de brazos para refugiarse bajo la capa.

-Me gustas como eres-dijo Jimin únicamente. Yoongi apartó la mirada del joven silfo y lo escuchó reír cuando sintió el calor inundar sus mejillas patentando su sonrojo.

-¿Vas a bajar ya o vas a dejar que me congele aquí?-preguntó intentando desviar el tema. Jimin negó con la cabeza.

-Estoy pensando en volverme a la cama y dejarte ahí abajo-chinchó el menor en un tono risueño.

-Jimin...por favor, baja rápido antes de que me hiele aquí abajo, quiero enseñarte algo importante-pidió el joven. El silfo volvió a sonreír ampliamente y asintió despacio.

-Dame unos minutos y enseguida estoy contigo-concedió por fin. Yoongi asintió y lo vio desaparecer de nuevo hacia la habitación.

Jimin se metió rápidamente en los aposentos y cerró las puertas para evitar que aquel clima helador siguiese traspasando sus huesos. Se vistió con la ropa del dia anterior y se colocó por encima su gruesa capa de invierno y sus guantes marrones para protegerse las manos de aquel intenso frío que estaba dejando el invierno. Luego salió en silencio y caminó deprisa por los pasillos cruzándose con los pocos habitantes del castillo que estaban despiertos a esas horas.

ERIA/YoonminWhere stories live. Discover now