45 - RECETA POÉTICA

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El animal surcó el cielo sobre la espesa arboleda, las alas golpearon el aire y un par de plumas blancas se desprendieron. Una de ellas fue empujada por la gravedad y sostenida por el roce del ambiente hasta caer con suavidad cerca de las Wicca. Bosque adentro y con el túnel derrumbado a sus espaldas Lu y Demetra observaron la multitud de personas frente a ellas. Mara reptó por la pierna de su bruja hasta alcanzar el cuello. Más atrás Trisha recuperaba el aliento junto a su canario.

Repartidos por el sector los emancipados llenaban sus pulmones con el aire fresco de la libertad. Algunas brujas jugaban con magia entre sus palmas, la realidad es que cada una de ellas extrañaba sus poderes. Algunos de los humanos no pudieron contener la emoción y se abrazaron entre ellos desatando una serie de bailes de alegría.

El pelirrojo se separó de la multitud cuando reconoció a su salvadora, se acercó hasta la bruja de sombrero y apoyó una rodilla en la tierra para usar la otra como soporte para su brazo y dirigió la frente al suelo en una actitud de reverencia.

—Dime tu nombre, bruja...

—Me llamo Demetra —contestó un poco extrañada por el gesto de respeto.

—Me has liberado. Yo soy Ossy, antiguo soldado del ejército real. Te entrego mi lealtad, Demetra. Juro servir a tu causa con mi propia vida si así lo requieres.

—Yo... —la bruja no estaba segura de cómo actuar frente a esa situación. Antes de que pudiera decir algo se acercaron algunos hombres más que estaban viendo la situación e imitaron la postura de Ossy. También juraron lealtad. Algo dentro de ella se movió y pronto se halló conmovida, otros más arrimaron, luego las esclavas, hasta que finalmente todos se arrodillaron ante Demetra.

—Parece que las Wicca han obtenido valiosos amigos... —dijo Lu rozando con su índice el meñique de ella.

—¡Bien! —subió una gran roca a un costado para que su voz llegara más lejos— ¡Si quieren ayudarnos serán bienvenidos! ¡Pero deben saber que nuestra misión poco tiene de sencilla!

—¡Te seguiremos! —gritó alguien y varios avalaron la afirmación.

—¡Entonces alcémonos! ¡En este momento acaba de nacer un pueblo libre!

Una estampida de ovaciones retumbó en el bosque, el aire se encendió con hechizos luminosos de festejo. El sueño de las Wicca había dado un gran paso, los corazones presentes tuvieron su dosis de felicidad, pero solo era el principio del camino y había mucho sacrificio por recorrer.

En alguna otra zona, lejos de ese bullicio, se oyó el chapoteo del agua. Se podía apreciar una pequeña carpa con restos de fogatas junto a las huellas de un oso y cerca de eso tirados en el suelo un taparrabos y otro pedazo de tela.

Un poco más allá había una bañera de tablones, por esta asomaban unas piernas desnudas salvo por las tobilleras de hueso. El chapoteo se repetía cuando Acacia, arrodillada fuera del recipiente, mojaba un trapo dentro del agua para luego escurrirlo un poco y continuar con su tarea. Estaba lavando los hombros de Elena.

—Ahh esto es genial... encontré esta tina cerca de Orhin, pero nunca la use. Dicen que los humanos nobles toman baños así todo el tiempo, debe ser una vida muy deliciosa... podría acostumbrarme a esto... —afirmó mientras el paño húmedo recorría el contorno de su mandíbula— Bueno, por algo se empieza, ya tengo una sirvienta ¿Qué te parece? Ja, ja, ja —Acacia no hubiera respondido aunque pudiera hacerlo. Rodeó la fuente hasta los pies de Elena, esta aprovechó la cercanía para propiciar una patada que terminó de desacomodar los pocos dientes que le quedaban a la curandera. No había motivo concreto para el maltrato, solo sentía una profunda excitación al humillarla, el sentimiento de poder a veces es embriagador—. Limpia bien entre los dedos, estúpida.

UN SECRETO EN EL BOSQUEWhere stories live. Discover now