Capítulo 20

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"El día que una mujer pueda no amar con su debilidad sino con su fuerza, no escapar de sí misma sino encontrarse, no humillarse sino afirmarse, ese día el amor será para ella, como para el hombre, fuente de vida y no un peligro mortal."

― Simone de Beauvoir

Camila Cabello

Lauren había reclamado a nuestro bebé en el consultorio sin siquiera saber que era suyo. Eso demostró la gran mujer que era, pero al mismo tiempo, su felicidad me hacía doler el corazón. Estuve tan cerca de decirle la verdad, pero mantuve mi secreto y me marché del consultorio con ella.

Me ayudó a entrar al auto, su suave mano en mi espalda baja, y luego me llevó a almorzar. Una vez que terminamos de comer, me dejó en casa. Me quedé en el porche y la observé marcharse.

Todo el día se sintió irreal: estar con Lauren en el control del bebé y luego almorzar con ella. No sabía que era la otra madre y sin embargo me había dado comodidad, se había encargado de todas mis necesidades. La amaba y no estaba segura si podría seguir a su alrededor sin estar realmente con ella.

Los días pasaron y comencé a sentirme un poco mejor durante el día. Sin embargo, a pesar de que mi estómago se había asentado, comencé a tener pesadillas horribles sobre Lauren marchándose sin regresar nunca más. Me estaba matando. Las pesadillas eran tan vívidas que me despertaba con un sudor frío y jadeando en busca de aire.

La mayoría de las tardes, llevaba a papá a sus citas y preparaba la cena cuando llegábamos a casa. Pasaba gran parte de las mañanas en el columpio del porche delantero, leyendo un libro y disfrutando del aire fresco de un nuevo día. En eso estaba cuando oí ruedas haciendo crujir la gravilla de nuestra entrada para autos. Pensando que era otra de las entregas de mamá para el trabajo, no alcé la vista hasta que escuché que alguien se aclaraba la garganta.

Cuando miré hacia arriba, Lauren estaba parada allí. Lucía deliciosa. Más alta que yo, su mirada oscura y tan increíblemente sexy en sus jeans y su top blanco, mostrando un poco de la tinta de sus brazos. Incluso sus antebrazos me excitaban.

Mi cuerpo comenzó a zumbar, el punto entre mis muslos rogando por la liberación que sabía que ella me podía dar.

Su cabello oscuro estaba alborotado, como si hubiera estado pasando los dedos por él, y su cabeza estaba gacha como si estuviera sumida en sus pensamientos. Quería ir hasta ella, enredar mis dedos en su cabello y besarla. Quería ayudarla a olvidar aquello que la agobiaba.

La ausencia de Karla la estaba dañando terriblemente. Estaba perdiendo peso y tenía círculos debajo de los ojos. En verdad la extrañaba... a mí, y eso golpeó mi corazón con tanta fuerza que me quedé sin aliento.

Acercándose al porche, se detuvo y miró hacia al patio, como si supiera que no debería estar aquí. Y supongo que, de alguna forma, no debería. No había motivo para ello. Karla no estaba aquí. Solo yo y, hasta donde los demás sabían, Lauren y yo no teníamos razón alguna para estar solas.

Suspiró y se encaminó hacia la puerta, pero cuando me vio sentada a un lado del porche, se detuvo. Una lenta sonrisa se formó en su rostro, iluminando sus ojos oscuros, que se deslizaron lentamente de mi rostro hasta mi camisa holgada.

—Hola, Camz, ¿cómo te sientes esta mañana?

—Bien. Creo que las náuseas matutinas se han ido, afortunadamente.

Su mirada oscura se movió por mi cuerpo, y sentía como si cada lugar que miraba estuviera siendo tocada. Podía sentir sus manos contra mi piel incluso aunque estuviera parada al otro lado del porche.

One & Only YouWhere stories live. Discover now