Epílogo

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"Nada hay tan raro cuando se está enamorada como la total indiferencia de los demás"

― Virginia Woolf

Camila Cabello

Voy caminando por el pasillo hacia la mujer que he amado prácticamente toda mi vida. Lleva una camisa blanca abotonada y su saco gris, un par de pantalones gris haciendo conjunto a su traje y una sonrisa sexy. Sus ojos color esmeralda me devoran, prometiéndome una segunda luna de miel que nunca olvidaré.

Todo es hermoso. Desde las olas del océano rompiendo en la playa a mi lado, el sol poniéndose a mi derecha y la brisa de mar inflando mi vestido de playa blanco, no podría haber pedido una boda más maravillosa.

Aferro la flor tropical rosa en mi mano mientras camino hacia mi mujer sin una pizca de nervios. Sé lo que quiero, y la quiero a ella. Es el momento que siempre he soñado. Es casi perfecto, excepto por el hecho de que me vestido está un poco demasiado apretado.

Mi panza de embarazo sobresale más estos días dado que estoy de cinco meses, pero a la mujer esperando por mí junto a algunos nativos listos para casarnos no le interesa en absoluto. Sonríe, amando cada curva de mi nuevo cuerpo redondeado.

Tomo su mano cuando llego hasta ella, que se inclina y besa mis dedos hinchados.

—Estás hermosa —dice acariciando mi estómago con su otra mano.

Le sonrío, perdiéndome en su mirada. Puedo ver como las antorchas tiki a nuestro alrededor flamean en sus ojos. Levantando el brazo, paso el dedo por la flor tropical a juego que lleva en el bolsillo de su camisa.

Nuestra boda no es tradicional y no hicimos una enorme lista de invitados. Solo asisten algunos nativos con sonrisas en sus rostros y el hombre que oficia la boda, pero era nuestra, y es perfecta.

Bora Bora fue igual que la primera vez que vinimos. Excepto que, esta vez, puedo disfrutar un poco más ya que no tuve que preocuparme por mi papá. Los tratamientos funcionan y está mucho mejor.

Reservamos el mismo búngalo en el que estuvimos antes, y no podía esperar para regresar allí y pasar el resto de la noche haciendo el amor con mi esposa.

Una vez que decimos nuestros votos, Lauren se inclina y me besa, sellando nuestro nuevo enlace. Alzo el brazo y acuno su mejilla, amando como se forma una sonrisa en su rostro sin quitar la vista de mí.

Cuando la ceremonia terminó, un grupo de nativos nos llenó de brillantes pétalos naranjas mientras ella me sostenía de la mano y me salpicaba con las diminutas olas que rompían alrededor de nuestros pies.

Una vez más, Lauren se inclinó y me besó.

—Nunca se sabe. Quizás tengamos mellizos —dijo pasando su palma por mi estómago.

—Ni lo digas. No podría imaginarme criando a dos de una.

—Oh, vamos. Podría ser divertido. Dos niñas pequeñas con tus ojos y sonrisa corriendo por toda la casa. Podemos comprarle cosas a juego. Será como tener dos del mismo niño.

Reí.

—¿Estás diciendo que hay dos yo?

Se acercó, rozando mis labios con los suyos.

—Nunca. Tú eres única, y eres toda mía.

—Toda tuya, ¿eh? —pregunté, rodeando sus hombros con mis brazos sin quitar la vista de sus hermosos ojos que parecen más brillantes que nunca.

—Sí. Toda mía. Para siempre.

Publicado el 22 de abril del año 2022

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