Capítulo 6

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"El más terrible de los sentimientos es el sentimiento de tener la esperanza perdida."

-Federico García Lorca

Camila Cabello

Si nunca experimentara otra cosa mientras viviera, estaría satisfecha. Su boca sobre mi carne y la forma en que usaba su lengua eran todo lo que nunca supe que deseaba.

Alejándose de mi centro, volvió a chupar suavemente el interior de mi muslo. Mi cuerpo sensible se sacudió por su atención, ya no podía lidiar con su toque.

Me levanté, segura de que había terminado conmigo, pero, como una leona hambrienta, comenzó a trepar por mi cuerpo. Se lamió los labios como si no quisiera dejar de probarme, y me eché atrás cuando se alzó encima de mí una vez más.

Debería haberme sentido tímida, ya que no estaba acostumbrada a tener a alguien encima de mí, e inexperta con el acto sexual por completo, pero ella era lo correcto. Me hacía sentir libre, como si nunca necesitara esconderme de ella, lo que hacía que mi estómago se hundiera con pesar, ya que estaba haciendo exactamente eso.

Me estaba escondiendo de Lauren.

Fingía ser alguien que no era.

Y la culpa me comía lentamente.

Quería abrir la boca y confesar. Quería decirle lo que sentía por ella, pero no podía. Tenía que guardar nuestro secreto, porque confesar no solo ponía en peligro la vida de mi padre, sino que la idea de perder a Lauren hacía que mi corazón se sintiera dolorido y quebradizo.

Siempre había querido a Lauren. Desde que era una niña que observaba desde lejos cómo se convertía en una mujer, me sentí fascinada con ella.

Obsesionada con ella.

Adicta.

Y tenerla conmigo, dentro de mí, haciéndole el amor a mi cuerpo y alma, sentí como si estuviera completa, de alguna manera.

Su polla rígida se deslizó contra mi carne resbaladiza, provocándome y tentándome con más placer. Tenía la piel caliente bajo mis palmas cuando pasé las manos por sus antebrazos. Mis dedos se llenaron con sus pechos antes de agarrarle los hombros, con mis uñas mordiendo su piel y haciéndola sisear.

Usando su grueso muslo, empujó mis piernas para abrirlas mientras se posicionaba. La punta de ella empujó con estocadas lentas, poco profundas y constantes hasta que empujó con fuerza, llenándome por completo. Me quedé sin aliento, disfrutando de la sensación de ella en todas partes.

—Lauren. —Su nombre corrió sobre mis labios con placer.

Fue como si hubiera convocado a un demonio porque, una vez dije su nombre, procedió a mostrarme exactamente hasta dónde podía empujarme.

Dominarme.

Poseerme.

Reclamarme.

Me poseyó con cada empuje abusivo, nuestra carne húmeda golpeando hasta que lo único que pude ver era la cegadora luz blanca detrás de mis párpados.

Mi voz se quebró, se rompió con su nombre mientras se movía sobre mí como poseída por la necesidad. Gruñó, una de sus manos me apretó con fuerza la cadera mientras que la otra se enredó en las hebras de mi cabello. Jaló, echando mi cabeza a un lado para poder devorar la piel caliente de mi cuello. Sus dientes rozaron mi hombro mientras me trabajaba con un empuje tras otro.

—Me encanta cómo tu cuerpo me habla —jadeó contra mi piel—. No puedes tomarlo, pero te mueres por más.

No se equivocaba.

No estaba segura de cuánto podría tomar, pero sabía que necesitaba más.

—¿Mi cuerpo te está hablando?

No veía cómo podía siquiera tener un pensamiento coherente en ese momento porque yo no podía. Todo lo que podía hacer era sentirla.

Rodeándome.

Consumiéndome.

El único pensamiento en mi mente era cuánto más podía tomar porque, cuanto más me empujaba, más lista me sentía para explotar en un millón de pequeñas piezas.

—Sí —gimió, con la cabeza echada atrás y los músculos de su cuello tensos de placer.

—¿Qué te está diciendo? ¿Te está diciendo lo bien que te sientes dentro de mí?

—Joder —maldijo ante mis palabras—. Sí. Me está diciendo que no puedes tener suficiente de mí.

—No puedo —admití, clavando los talones en la parte posterior de sus muslos y sosteniéndola contra mí con desesperación.

Me miró confundida, el sudor goteaba de su cara y me salpicaba el pecho. Su expresión era de asombro y necesidad.

—¿Qué me estás haciendo? —preguntó—. No puedo... no puedo ir lo suficientemente profundo. Quiero estar profundo, nena. Ser parte de ti. Todo de ti.

Eran palabras de placer, palabras de alguien conducida al siguiente nivel, una mujer al borde.

Empujó con más fuerza, más profundo, hasta que alcanzó un lugar secreto en mi interior y mi cuerpo cedió. Mi orgasmo me inundó como una ola de mar caliente.

Extendiéndose.

Multiplicándose.

Sin fin.

Mi cuerpo tembló cuando mis gritos rebotaron por la habitación. El calor se derramó entre mis piernas, cubriéndolo, y mi cuerpo lo sostuvo hasta que se puso rígido sobre mí. Con una súplica desesperada, una vez más gritó el nombre que estaba empezando a odiar.

—¡Karla!

Tenía tantas ganas de que dijera Camila o Camz y que me viera y me conociera. No odiaba a mi hermana, pero estaba enojada porque me obligó a hacer esto. Estaba enojada porque explotó mi amor por nuestro padre y mi secreta obsesión con Lauren para obligarme a casarme con la mujer que amaba.

Parecía una locura, aunque amaba tanto a Lauren que me dolía, nuestra relación no significaba nada, porque no estaba casada conmigo. No me estaba haciendo el amor a mí. No iba a, ojalá, pasar el resto de su vida conmigo.

Siempre sería Karla, y saber eso me rompía el corazón de una manera que nunca supe que fuera posible. De hecho, me destruía un poco cada vez que me llamaba por su nombre

—¿Karla? ¿Estás bien, nena?

Cerré los ojos con fuerza y respiré profundamente, conteniendo las lágrimas que ardían detrás de mis párpados. Karla nunca lloraría después del sexo. Nunca lloraría en absoluto. Si iba a ser ella no podía dejar que me viera romper.

Había dicho que le gustaba ese nuevo lado de mí. La timidez. El contentamiento tranquilo. Al menos podría seguir siendo esa parte de mí misma con ella.

Abrí los ojos para encontrar sus suaves ojos astutos mirándome y, una vez más, mentí.

—Estoy bien. Es solo una sensación abrumadora por dentro. No puedo hacerla desaparecer.

Una sonrisa sexy tocó sus labios mientras salía de mi cuerpo. Una vez más me estremecí con la sensación mientras el aire fresco llenaba mi pasaje vacío.

—Entonces deja de intentarlo —dijo, inclinándose para besarme dulcemente en la comisura de la boca—. Porque, si es por mí, siempre estaré dentro de ti.

Me guiñó un ojo y solté una risita; me encantaba su alegría. Si no fuera por el hecho de que ya estaba locamente enamorada de Lauren, sabía que pasaría nuestra luna de miel enamorándome de ella.

Publicado el 30 de enero del año 2021

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