Capítulo 12

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"La vida es una larga preparación para algo que nunca ocurre"

- William Butler Yeats

Camila Cabello

Más tarde esa noche, Lauren y yo hicimos el amor. Fue lento y apasionado, ella me arrastró hasta el borde con estocadas lánguidas que cambiaban entre poderosas y suaves, las cuales me dejaban rogando por más. Estaba triste de que volviera al trabajo, pero al mismo tiempo, necesitaba tiempo sola para sentirme como yo otra vez.

A la mañana siguiente, me desperté antes que ella. La observé dormir mientras esperaba que su alarma se activara y la despertara. Una vez más, cuando miré hacia abajo, me enfrenté a su erección matutina.

Sonriendo para mí, me deslicé debajo de las sábanas y agarré su polla dura como una roca. Todo era de terciopelo y acero, rogándome que la probara. Envolví mi mano alrededor de su circunferencia, dándole lentamente algunos bombeos sutiles antes de ver una gota de pre-semen salir de la punta. Deslice mi pulgar sobre la punta, corriéndola alrededor de la cresta hasta que sus caderas se sacudieron.

Un suave gemido se filtró a través de las sábanas, pero todavía no se despertó. Lo apreté, poniendo la corona de su polla dentro de mi boca y probando la pegajosidad salada con mi lengua. Lamí el agujero que goteaba, disfrutando del sabor de ella hasta que una mano se deslizó debajo de las sábanas conmigo y me agarró la cabeza.

Girando mi lengua alrededor de la cabeza bulbosa, la llevé profundamente dentro de mi boca y chupé.

—Mmm, sí, ángel. Así.

Su mano se apretó en mi cabello, y la llevé al lugar donde la tenía jadeando y empujando su polla más profundamente en mi boca. Finalmente, gimió y gruñó, llenando mi boca. Seguí chupando, tragándome todo hasta que tuve cada gota que derramó.

Se quitó las sábanas, y me encontré con su mirada fundida antes de que me agarrara por los brazos y me levantara sobre ella. Sus labios se conectaron con los míos, y no tuvo ningún problema en probar mi lengua. Sus manos se anudaron en mi cabello antes de viajar a lo largo de mi cuerpo desnudo.

—Buenos días para mí. —Sonrió—. Si me despiertas así todas las mañanas, es posible que nunca salga de casa.

Me reí.

—No cuentes con ello. Es solo para días muy especiales y cuando has sido una niña muy buena.

Ella juguetonamente sacó la lengua, y luego dijo:

—Sí, señora. Me aseguraré de ser una buena chica todo el tiempo.

Le di una palmadita en el hombro y me incliné para besarla una vez más.

—Bueno. Ahora, prepárate para el trabajo y te prepararé un desayuno. —Me miró asombrada y negó con la cabeza.

—Eres demasiado buena conmigo, Ángel.

Sonreí, sin saber si lo que decía era verdad, y me deslicé de su cuerpo duro. Al levantarme de la cama, agarré la camisa que había estado usando en la casa todo el fin de semana, desde el suelo. Era su camisa, y aunque era holgada y raída, la amaba tanto porque olía como a ella. Su olor llenó mis sentidos mientas me puse la camisa sobre la cabeza y la respiré.

Tumbada en la cama con los brazos detrás de la cabeza, me miró.

—¿Sin bragas?

Me di vuelta y le sonreí.

—¿Tal vez estoy esperando algo más para el desayuno?

Se rio.

—Eres insaciable.

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