Capítulo 16

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"Me enamoró con cada palabra, me destruyó con cada acción."

- Frida Kahlo

Camila Cabello

Un bebé. Su bebé. Nuestro bebé.

Todo tenía sentido. Hacía tiempo que no tenía la regla, pero había pensado que era estrés. No es que no creyera que fuera posible. Lauren había estado dentro de mí tantas veces que había perdido la cuenta, y según Karla era fértil, debería haber sido más inteligente. Había pensado que nada podría separarnos, pero me había equivocado. Mi hermana había hecho precisamente eso, dejándome a mí sola con las consecuencias.

Ella merecía saberlo, y yo quería decírselo, pero no quería arruinar el cuidado de la salud de mi padre. Lauren había pagado todo en su totalidad. Si la verdad se supiera ahora, podría cambiar de opinión y quitárselo todo. No podía dejar que eso pasara. No con lo bien que se veía papá en estos días.

No.

Mi secreto seguiría siendo solo eso... mío.

No podía decirle la verdad a Lauren, y puede que ella nunca supiera lo de nuestro bebé, pero aun así me encontré con que quería correr hacia ella. Necesitaba verla. Sabía que estaba mal ir, pero no pude evitarlo. Antes de darme cuenta de lo que estaba haciendo, me encontré en mi auto y de camino a su casa.

Karla no estaba allí, así que pensaría que yo era ella. Podría decirle que volé a casa por un tiempo. Lo que sea que tuviera que hacer para estar cerca de ella. No podía contarle lo del bebé... al menos no todavía, pero quería que me abrazara. Era la única vez que me sentía segura.

Cuando llegué a su casa, vi la luz de su habitación encendida. Probablemente estaba tumbada en la cama viendo la tele sola. Me la imaginaba con su camisa abierta, con los pechos al aire, dura y sexy, sus hermosos abdominales y unos pantalones deportivos grises, que no hacían nada para ocultar la forma de su polla perfecta. Apreté los muslos para aliviar la presión que se acumulaba entre ellos.

La deseaba.

La necesitaba.

Y por eso, la tendría.

La alarma no estaba activada y la puerta lateral estaba abierta, así que la abrí y entré. Me moví a través de la casa semi iluminada hacia donde sabía que estaba.

Su dormitorio.

Una vez que llegué a la puerta, me detuve para respirar hondo y sacar el coraje que necesitaba para entrar. Una vez que reuní suficiente valentía, atravesé la puerta y entré a la luz de la televisión.

Se volvió hacia mí, sus ojos se abrieron un poco al verme.

—¿Karla? —Se sentó, sus pechos brillando con las luces plateadas de la pantalla que había estado mirando.

No respondí a ese nombre porque no era mío. En vez de eso, me moví a través de la habitación y hacia ella. Ella se giró en la cama, arrojando sus piernas sobre el borde como si estuviera a punto de pararse y saludarme, pero antes de que pudiera, presioné mis palmas contra sus hombros para que no se pusiera de pie.

Me miró, confusión y emoción llenando su expresión.

—Estás aquí de verdad —susurró.

Inclinada, la besé suavemente, la probé y memoricé el momento. Sus manos me rodearon la espalda, agarrando mis caderas y subiéndome a su regazo. Envolví mis piernas alrededor de sus caderas, sintiendo que ya estaba dura mientras presionaba mi centro.

Rompiendo nuestro beso, quite su camisa antes de empujarla por sus hombros hasta que se recostó en la cama. Luego me subí en ella, besándola una vez más mientras deslizaba mi camiseta lo mejor que podía. Rompí el beso una vez más para quitarme la blusa sobre la cabeza antes de tirarla al suelo detrás de mí.

—Te necesito —dije honestamente.

Porque lo hacía.

La necesitaba como si necesitara mi próximo aliento.

Ella no perdió el tiempo, tiro de sus pantalones deportivos mientras yo me deshacía de mis pantalones y bragas. Entonces estaba encima de suyo de nuevo, colocándome en su longitud y acoplándome a ella.

Me quedé boquiabierta ante la sensación de estar llena. Después de semanas de extrañarla, el dolor de perderla disminuyó en ese momento.

Se sentó, sus pechos presionando contra los míos, y perdió sus manos en mi cabello mientras empujaba sus caderas hacia arriba, tirando de mí y llenándome una y otra vez.

—Te extrañé jodidamente tanto, Ángel.

Cuando me llamaba Ángel, estaba hablando conmigo en lo que a mí respectaba. No era su apodo.... era el mío.

—No me dejes de nuevo. Quédate. Solo quédate conmigo —susurró contra mis labios mientras hacíamos el amor suave y lento.

Me abrazó como si fuera un pájaro esperando para volar libre, y la dejé, sintiéndome más contenta de lo que estuve en semanas.

—Te amo tanto, Lauren.

—Te amo más —respondió, acariciándome la espalda y llenándome una vez más.

Después, se relajó en mis brazos, con la cabeza apoyada en mi brazo, y la vi dormir. Por las ojeras alrededor de sus ojos, me di cuenta de que no había estado descansando. Yo tampoco. Ambas estábamos sufriendo y odiaba que no pudiera hacerlo todo mejor.

Me moví para ponerme más cómoda, ella se despertó y me agarró como si estuviera a punto de huir.

—Shhh —la calmé—. Estoy aquí, Lauren. Estoy aquí contigo.

Se acomodó, su expresión volviendo a calmarse. Luego me envolvió en sus brazos y me abrazó. Besándome en el hombro, me susurró:

—Me alegro de que estés en casa. Seamos nosotras otra vez.

Y luego, lentamente, se volvió a dormir.

No había hablado mucho con ella, y cuando lo hice, solo había dicho la verdad, pero el hecho era que no podía quedarme por mucho que lo deseara. Una vez que supe que estaba dormida, me levanté de la cama, me puse mi ropa y desaparecí de su vida una vez más.

No fue justo para ninguna de las dos, pero fue lo correcto. Y así lo haría, aunque me destrozara el corazón en el proceso.

Publicado el 5 de marzo del año 2022

One & Only YouWhere stories live. Discover now