𝟯𝟬

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24 horas antes.

Miércoles a las 10:00 p.m.

Un bostezo escapó de sus labios, pequeñas lágrimas como consecuencia del sueño aparecieron en las esquinas de sus ojos, palmeó sus mejillas con tal de darse fuerzas.

«Ya casi Jungwon, sólo un poco y podremos dormir en paz» le decía la vocecita en su cabeza.

— Hasta luego arándano.

— Adiós, Heeseung.

Cerró la puerta.

— Veamos, la puerta de entrada está cerrada, la trasera está cerrada, apague el horno, desconecté las lámparas, limpie los últimos trastes, cerré las ventanas del segundo y tercer piso, saqué la basura — fue poniendo una palomita a todo lo que había hecho — ¿Apagué la estufa?

En la cocina la máquina estaba apagada.

— Eso era todo — volvió a bostezar — ahora sí, me iré a cambiar y a casa.

Dejó la llave de repuesto en uno de los cajones y metió la original en su bolso. Apagó las luces antes de cerrar la puerta y volver a colocarle llave; posteriormente se marchó del café.

En las calles todo era silencioso, los grillos cantaban, algunos gatos maullaban, los perros ladraban en ocasiones y sí, era un escenario un poco tenebroso porque su única compañía eran los grandes postes de luz amarilla que iban de un tramo a otro.

Los párpados le pesaban tanto, sus piernas seguramente parecían dos pedazos de papel porque podía sentirlas un poco débiles y ni hablar de su vista que ya era cansada.

«Odio esto»

Para ponerle otro peso encima, su estómago gruñó recordándole que no había probado bocado alguno desde la mañana por su mala costumbre de despertar tarde y nunca desayunar con tal de llegar temprano a la escuela.

— Por favor estómago, ahora no.

Como si le entendiera empezó a gruñir con más fuerza, haciendo que llevara las manos a la zona con tal de callarlo pero era imposible a menos que comiera algo para saciar el hambre que sentía.

— ¡Está bien! Tú ganas, estómago glotón.

Si no mal recordaba cerca de donde estaba había un tiendita de 24 hrs podía comprarse algo y satisfacer de una vez su ambrosía.

Tiró de la puerta transparente para ingresar, el aire acondicionado le coló hasta los huesos y fue suficiente para despertarlo un poco. Se dirigió al refrigerador pero estando a nada de agarrar el yogurt bebible de fresa se desvío a un mini bote de helado.

«No me perdonaré el día en que por culpa de ese poste desperdicie un helado entero de chocomenta»

Sus dedos chocaron con otros que intentaron agarrar el mismo bote de helado causando por reflejo que ambas cabezas giraran para verse.

— ¿Tú? — se miraron un poco irritados.

Ambos tenían una bolsa de compra en sus manos, se miraron de reojo pero no hablaban y de forma sincronizada los dos se sentaron en la acera frente a la tienda.

— ¿Te gusta el helado de chocolate y menta?

— Me enorgullece decir que sí — quitó la tapa y se llevó una cucharada a la boca. Su estómago sí que lo disfruto pero más sus papilas gustativas — y me vale un cheeto lo que pienses ¿Vale? Es el helado más delicioso del mundo, change my mind.

— No, de hecho...— abrió el suyo — es mi sabor de helado favorito.

— Esto es increíble, tú, el princeso dramático número uno del planeta ¿Le gusta el sabor de helado que es menospreciado por todos? Es verdad ese dicho que cada día te sorprendes más que el anterior.

𝘾𝙐𝙋𝙄𝘿𝙊 𝙎𝙏𝘼𝙇𝙆𝙀𝙍 // 𝙅𝘼𝙔𝙒𝙊𝙉Donde viven las historias. Descúbrelo ahora