Capítulo 34

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Días después de irme de casa de Isabela pensaba en todo a cada hora. Siempre solía irme a una playa que había por allí cerca para reflexionar y tomar un poco de aire. Digamos que era mi safe place.

Aquella noche no pude dejar de pensar en todo lo que se me venía a la cabeza. No conseguía alejarme de mis pensamientos con nada, y decidí ir allí.

Ese lugar era precioso. El mar, las luces parpadeantes a lo lejos de la ciudad, arena, las palmeras que se movían a causa del viento, el ruido de las olas cuando rompían..., y el aire que se respiraba era completamente fresco. Como si estuvieras en el paraíso. Me senté cerca de la orilla y las olas alcanzaron mis pies. Ese ruido siempre conseguía relajarme.

Miré al cielo y vi todas las estrellas. Algunas brillaban más que otras, y mi madre siempre me decía, desde que era un crío, que aquellas que estaban más iluminadas eran mis seres queridos que ya no estaban allí queriendo iluminar mi camino. Y me acordé de todos, hasta de aquellas personas de las que aún te duele recordar.

Pensé en todas las cosas que me pasaron desde que tenía uso de razón. En la de cosas que me perdí por ser un niñato, y a quienes perdí por orgullo. Lo que me llevó a recordar a Bela.

A ella no quería perderla. Me costó mucho poder acercarme a ella, y si no hubiese sido porque Malena quiso que la tuviera controlada de vez en cuando mientras ella estaba fuera de la ciudad, creo que no hubiese podido acercarme.

Parece estúpido porque vivimos cerca, lo sé. Yo también lo pensé mil veces, pero intenté alcanzarla las veces que nos topábamos por la calle cuando yo tenía que llevar a mi madre a terapia y ella tenía que ir a clase, pero no sabía que decirle.

¿De qué puedes hablar con alguien que no conoces y que pasa por tu lado durante tres segundos para ir a donde tuviese que ir? Absurdo.

En ese momento, mi madre requería de toda mi atención y yo quería estar para ella al cien por cien, ya que ella como madre siempre lo estuvo para mi, hasta cuando las cosas se torcieron con mi padre. Larga historia que prefiero no detallar.

En resumen, mi madre es y siempre fue, más importante que cualquier conversación de dos segundos por la calle. No quiero decir que Bela no fuese importante, pero en aquel momento que ni nos mirábamos, pues... Mejor paso al siguiente punto.

Mientras las olas rompían casi tocando mis pies descalzos, pensé en todo lo que nos pasó a Bela y a mi. Lo que pudo haberse hecho de manera diferente pero ninguno supo como hacerlo. La vida no viene con un manual al que puedas recurrir cuando no sabes qué hacer.

Quise dejar la mente en blanco por un momento y observé cada detalle de ese lugar. Allí se respiraba paz, tranquilidad, relajación... Por eso era mi lugar favorito.

Allí podía estar solo sin que nadie me molestase y por eso siempre acababa yendo a ese pequeño lugar cuando necesitaba encontrar alguna solución a lo que fuese.

Cuando me quedé más de media hora pensando en Bela, supe que debíamos de tener una conversación profunda, y quizá sin malos reproches. Yo quise tenerla tiempo atrás pero nunca tuve una, y por eso no sabía qué decir. Ni siquiera las tuve con mis padres cuando era pequeño y por eso no sabía por donde empezar.

Debía de hacerlo para que ambos tuviéramos las cosas claras y así poder empezar de nuevo, aunque parte del daño ya estuviese hecho.

Decidí irme de allí cuando empecé a coger frío por el viento. Metí la mano en mi bolsillo derecho del pantalón y agarré con dos dedos las llaves del coche. Me metí dentro y se me ocurrió una idea.

No sabía como empezar aquella larga y profunda conversación con Bela, pero quizá alguien podía ayudarme. Ni siquiera llamé por teléfono, aunque en ese momento no se me ocurrió hacerlo, y me presenté en la puerta de su casa. Layla me abrió mientras se frotaba los ojos para poder abrirlos.

Mi vecinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora