Capítulo 14

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Sonó la alarma. Me desperté de golpe y alcancé el móvil para apagarla.

Aún en la cama, me quedé pensando en lo que pasó. En ese sueño que había parecido de lo más real, pero solo fue un producto de mi imaginación. Aunque llegué a sentirlo demasiado realista.

Pude llegar a sentir su piel con la mía, como se estremecía ante mi contacto, lo mojada que estaba, sus labios carnosos con ese sabor a frambuesa sintiendo los míos, ese calor que había en el ambiente con solo mirarnos...

Solo fue un puto sueño.

Me tapé la cara con la almohada ante la frustración que sentía. Ya no era porque ese sueño hubiese sido, eso. Un sueño. Era por no saber como acercarme e intentar conseguir decir dos palabras seguidas sin que me mandase a la mierda.

Una de esas veces que logré soltar una frase entera sin que se marchara, me dijo que ella no era un segundo plato y no iba a permitir estar por debajo de cualquier persona. Intentaba respetarse después de tantos años sin hacerlo y no quería ser un juguete de nadie.

Esa actitud era digna de admirar. Una persona que se valoraba y no se dejaba embaucar por otras que solo querían verla mal por celos o vete tú a saber.

Cada persona era un mundo, y en ese mundo siempre iba a haber maldad allá donde fueras. Por eso debías de hacer lo que sintieses en cada momento, y disfrutar como si fuese el último.

Me levanté de la cama, dispuesto a no hacer nada porque no me apetecía ni hacer ejercicio.

Bajé a desayunar y me hice un café para evitar dormirme durante la mañana, y unos huevos revueltos con jamón.

Lo llevé todo a la mesa que había delante de la tele y me puse a leer todos los mensajes que recibí aquella noche.

Tenía mensajes de texto sin contestar, llamadas perdidas. Miles de llamadas perdidas. Y fotos en mi galería que ni siquiera recordé haberlas hecho.

Tampoco recordaba haber estado rodeado de aquellas esbeltas chicas que me buscaban para dejarlas temblando por una vez en su vida.

Y no me importaba hacerlo. En los últimos años, todo mi alrededor eran chicas que querían pasarlo bien conmigo. Se acercaban, me calentaban, me las llevaba, las follaba y cada uno por su lado. Así durante mucho tiempo, y ninguna de quejaba. Pero acabé aburriéndome.

A la mayoría de ellas las apartaba de mi lado porque no me apetecía seguir con ese ritmo de vida. Cada noche una fiesta diferente. Y en una misma noche, chicas diferentes.

A esas fiestas se iba para divertirse, pero, divertirse con todo tipo de mujeres. Al igual que ellas, con todo tipo de hombres. Y después sin compromisos. Como si nada.

Pero al final, te acabas cansando de eso. O por lo menos yo me cansé.

Narra Isabela:

Aquella mañana, después de la noche del pub, no tenía fuerzas para aprovechar el día. Me dolía la cabeza y me pesaba el cuerpo.

Lo malo de sentirme así era que, al tener que estudiar para los exámenes, no me veía con fuerzas de concentrarme.

Fui hacia la cocina y saqué una de las pastillas para el dolor de cabeza que había en el armario. Bebí agua para que pudiera pasar mejor por mi garganta y desayuné algo que había en la nevera.

No iba a ponerme a cocinar algo cuando me dolían hasta las uñas de los pies, así que, agarré lo primero que vi y me senté en el sofá.

Mi móvil vibró en diferentes ocasiones y decidí ver de quien se trataba.

Mi vecinoWhere stories live. Discover now