Capítulo 45

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Pasaron varios días algo estresantes. Estuve muy centrado en rellenar los papeles para sacar a mi madre del centro, ya que todo había ido como esperaba. Mejoró y por fin pude volver a estar con ella como antes. El once de julio fue el día que salió y pude ir a recogerla, después de más de un año. La noche anterior estuve buscando el mejor psicólogo para que ayudara lo mejor posible a Bela. Desde que la conocí intenté ayudarla fuese lo que fuese, y con eso no quería que pasara mucho tiempo porque quería que Bela mejorara, era una de mis preocupaciones en ese momento, ayudarla para que pudiera estar mejor consigo misma. Así que, metí en la lista al psicólogo que más me ayudó, hasta donde mi madre pudo permitírselo, cuando era pequeño.

Ordené toda la casa y preparé su habitación para que estuviera cómoda cuando llegara. Arreglé después de mucho tiempo varias cosas que se rompieron, y decoré con algunas plantas pequeñas y cosas de color grisáceo, su preferido, para que fuese más acogedora. Aún recordaba lo mucho que le gustaba su cuarto por cómo lo tenía organizado.

Bajé a la cocina y le dejé un cajón libre para sus medicinas. Lo dejé todo preparado y abrí la nevera para sacar el tetrabrik de zumo y servirme un vaso. Estaba nervioso pero aliviado, porque así mantendría a mi madre alejada de cualquier peligro que corriese.

Me terminé el zumo y subí al cuarto para ponerme algo cómodo con lo que me veía bien. Cogí las llaves que tenía en los pantalones que me puse el día anterior y bajé al coche. Me quedé mirando hacia la casa de Bela y pensé en ella. Quería que estuviera allí porque para mi ese día era importante. Quería compartirlo con ella.

No lo pensé mucho y fui hacia su puerta. Toqué dos veces y esperé a que abrieran. Al principio pensé que no había nadie porque no escuchaba ruido dentro, hasta que me abrió la puerta con sus gafas de pasta negra y un café en la mano.

— ¿Qué haces aquí? Dijiste que tenías mucho lío con lo de tu madre — le dio un trago a su café.

— Por eso he venido — metí las manos en los bolsillos de mis pantalones —. Quiero que vengas conmigo.

Sonrió sin que se notara mucho e inclinó la cabeza hacia atrás. Miró hacia el salón y volvió a mirarme.

— Voy a cambiarme. Espérame aquí — me agarró de la mano y me metió dentro de su casa.

Subió por las escaleras con prisa y saludé a todos los demás que estaban sentados en el salón. Su padre se levantó y se puso a mi lado con una sonrisa.

— Me alegro de que tu madre esté bien. Faltaba ella en este lugar — me reí.

Sabía que ellos se llevaban muy bien con mi madre y salían alguna que otra noche a cenar cuando yo me quedaba con mis tíos y mi padre no estaba en casa. Le iba a hacer ilusión volver a verlos. La misma cuando le dije que la hija de los Martin era la persona de la que siempre le hablaba cuando me veía de buen humor.

— Está deseando volver.

Dylan sonrió y me abrazó de costado. Sabía que ambos le tenían un cariño especial a mi madre porque la conocían de hacía años, y por eso me alegraba más que volviera a casa.

— Mañana pasaremos por tu casa para saludarla. Queremos darle un pequeño detalle.

— No hace falta, Dylan — él negó con la cabeza.

— No era una propuesta — me palmeó el hombro y se alejó en cuanto bajó Bela.

Llevaba puesto unos pantalones negros, con una camiseta corta sin mangas de color marrón y su colgante dorado. La observé con detenimiento y agaché la mirada cuando terminó de bajar las escaleras.

— Ya estoy — guardó su móvil en el bolsillo trasero de su pantalón y se acercó a mi. Olía a vainilla, me encantaba ese perfume en ella.

Nos despedimos y salimos por la puerta. Nos subimos al coche y fuimos hacia el centro donde estaba mi madre con las maletas preparadas. No tardamos tanto en llegar como pensaba, y cuando entramos, Luca estaba esperándonos.

Mi vecinoOù les histoires vivent. Découvrez maintenant